martes, 20 de agosto de 2013

Entrevista a Renata Schussheim

Renata Schussheim está en la mitad de todo: un pie en el teatro, otro en el rock, una mano en la ilustración, otra en la escultura. El dibujo es su columna vertebral; y sus ojos verdes y el pelo rojo eléctrico, una marca personal que la vuelven intensa y magnética. El talento, la disciplina y la originalidad de una artista referente para las próximas generaciones.


Un taxi frena en la puerta del edificio donde vive Renata Schussheim. Primero bajan sus dos perros schnauzer, Lacan y Zelda, y acto seguido aparece ella con su pelo rojo trenzado sobre la cabeza a modo de corona.  Renata es deslumbrante, lindísima, de una belleza felina. Es moderna, intensa y le sobra estilo. No le molesta que la asocien con Marta Minujín por eso de ser una de las artistas argentinas más conocidas y pertenecer a la misma generación, pero reconoce que no tienen nada que ver. Renata no quiere sonar a ‘vieja chota’ y ni aún esforzándose podría sonar a ninguna de las dos cosas.
Schussheim es una artista multidisciplinaria que se anima al diseño de vestuario, la escenografía de teatro, la ilustración, la escultura. Sin embargo, el dibujo sigue siendo su eje central. «Trabajo como una bestia, no tengo tiempo para una vida excéntrica», suele aclarar. Porque para ser artista no es suficiente el talento, tener buenos materiales y algunas ideas, ya lo dijo Pablo Picasso: 90% por ciento de sudor y lo demás de inspiración.

Confidencial, Travesía, Nave, Epifanía, Pajaritos en la Cabeza. Los títulos de las muestras de Renata Schussheim van de la mano con las etapas de su vida y las de su ánimo. En 2011 presentó en la galería Mundo Nuevo la última que se conoce hasta el momento: la llamó Estado de Gracia.  La muestra se repitió - aumentada, porque el lugar era más grande y Renata llevo más cosas - en el Museo de Bellas Artes de Tandil. 
- Estoy todavía con coletazos de una onda mística y humorística que empecé a curtir en Estado de Gracia.
La próxima podría ser entonces Estado de Risa.
- Sí, me sigue un poquito.

En Estado de Gracia hay bonetes, mujeres solitarias, perros con manos que se abrazan a humanos, algunos con sombreros, elegantes, las pieles pálidas, que devuelven la mirada. Mucho contraste: rojos, blancos, negros y rojos otra vez. La atmósfera es nocturna, dramática, teatral. Los personajes que aparecen en las obras son Toto Castiñeira (payaso del Cirque du Soleil), Facundo (sonidista), Gandhi (trabaja en un diario) y el actor Jean François Casanovas. Todos amigos de Renata que posaron para ella y que ella misma eligió. A algunos les sacó fotos y luego pintó encima de las copias, a otros los dibujó directamente. 
“¿Qué es un estado de gracia?”, le preguntaron para el diario Clarín. Renata contestó: “Lo sentí bastante cuando pintaba. Era la felicidad de sentir que hago lo que me gusta. Es iluminación, plenitud”.

Renata tarda bastante entre una muestra y otra porque le gusta hacer las cosas bien y no andar a las apuradas. Ahora se comprometió con la que era la mujer de Vinicius de Moraes para hacer una muestra en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta sobre el músico y poeta brasileño, su amigo y mentor, a quien conoció cuando le hizo la tapa de su libro ‘Para una muchacha con una flor’. Además está muy ocupada con su trabajo en el teatro. Hace poco estrenó Love, love, love de Mike Bartlett y le siguen Póstumos de José María Muscari en el Teatro San Martín, un ballet con Julio Bocca y Oscar Araíz en el Sodre y una ópera en el Teatro Colón. Casi todos simultáneamente.

¿Te tomás vacaciones?
- Estoy desesperada. Me cuesta muchísimo tomar vacaciones. Las veces que lo hice programé irme a lugares muy lejos, a Grecia o Marrakesh, pero el año pasado me tomé una semana - increíblemente- y me fui a Mar de las Pampas. Ahora no debería ir pero estoy maquinando, porque la verdad es que me maltrato a mí misma de una manera horrorosa. No puede ser que no me permita parar una semana, el mundo no se cae .
¿No creés que si uno trabaja de lo que le gusta nunca se toma vacaciones en realidad?
- Sí, por eso no sé si me puedo ir dos meses, pero sí una semana con libritos y playa y baño de limpieza del año... y silencio.

Su primera muestra individual fue en 1966 en la galería El Laberinto de la ciudad de Buenos Aires. Renata tenía 16 años y aquellos pequeños hombrecitos que caminaban por cuerpos desnudos y salían por las orejas y la boca resultaron escandalosos para la época, sobre todo considerando la corta edad de la artista. Tan escandaloso como el talento que demostró tener la precoz alumna de Carlos Alonso que empezaba a llamar la atención en el ambiente del arte porteño.
Dos años después, alentada por su amigo y coreógrafo Oscar Araíz, se ocupó del vestuario para la obra Romeo y Julieta con el Ballet del San Martín. A Renata le gustaba el teatro desde muy chica y no sabía cómo participar hasta que le apareció esta oportunidad y dijo que sí, sin importar su falta de experiencia. A partir de ahí , y de una manera absolutamente autodidacta, nació una profesión: diseñó vestuarios para ballet, obras teatrales, óperas, espectáculos infantiles, de todo. También se animó a pintar directamente sobre el cuerpo como pasó con Julio Bocca para la muestra Cuerpos pintados del fotógrafo chileno Robert Edwards. «Julio estaba bailando en el American Ballet Theatre y me llama Lino Patalano, su manager en ese momento, y me dice ‘¿No te irías una semana a Nueva York a pintarlo a Julio desnudo?’, ‘¡Pero! - le dije- ¡mirá qué programa!’», recuerda Renata. «Con Julio siempre tuvimos mucha conexión porque somos los dos muy acelerados y bastante impacientes. Yo sé el tiempo que él aguanta que le saquen fotos y lo pinté rapidísimo, el fotógrafo no lo podía creer porque normalmente tardaban muchísimo. Cuando llegué, él ya estaba en pelotas y le dije ‘agarrá el pincelito vos querido y pintate las bolas porque esto es mucho’».
Aparte debe ser difícil pintar bolas, tienen muchos pliegues.
- ¡Pero claro! ¡Cómo!
Siempre te gustó mucho el teatro, ¿nunca te planteaste ser actriz, por ejemplo?
- Nunca, cualquier cosa menos eso. Siempre pensé en algo backstage, no estar arriba. Hubo una experiencia medio psicodélica, no sé bien cuándo fue, en los ‘60, en un show de Carlitos Perciavalle con Ludovica Squirru, con gente de la calle, los hermanos Makaroff que me hizo subir al escenario y creo recordar que estuve ‘algo así’ arriba del escenario. ¿Qué? No me acuerdo, pero que estuve. Una época un poco desquiciante para acordarse.
¿Qué pasó? ¿Lo bloqueaste?
- No me acuerdo de nada. Aparte tomábamos muchísimas anfetaminas. Era una época tremenda, no sé quién estaba ahí en la pasarela, tengo poco recuerdo de lo que hacía. 
En las muestras, ¿no te sentís un poco actriz en el sentido de mostrarte?
- Sí, totalmente. Viste que se les llama ‘exposición’ y estás como un carnero degollado, para decir un ejemplo horroroso, porque en general es más gratificante. La gente te hace una devolución afectiva fuerte que eso es lo maravilloso de exponer, sino dónde está el chiste. Pero hay muchas claves o cosas personales que quedan claramente expuestas.
Un montón de gente mirando y suponiendo lo que quisiste decir.
- Creo que el día de la inauguración en realidad es como bastante frívolo también, para hacer sociales y encontrarse con amigos. Después no me quedo mucho ahí mirando, me da un poco de nervios, me escondo, me da vergüenza, me quedo como en otro lugar. No me gusta mirar cuando miran. Yo también hago ese juego en los cuadros que miran al que mira, pero a mí no me gusta ser testigo, no quiero estar. Es como mirar a alguien dormido o sacarle fotos a un muerto, me parece pudoroso. Siento que hay algo sagrado ahí que no me gusta. 

Cuando a Renata le interesa mucho alguien se le dice de frente, en la cara. Así: ‘Hola, quiero ser tu amiga’. Durante su adolescencia le gustaba pasearse por la calle Florida, por la zona de los teatros en Corrientes y frecuentar lugares como el Gotán a donde se rateaba de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón para ir a escuchar tango. En una Buenos Aires a donde Borges tomaba café en el hotel Dorá de la calle Maipú y a pocas cuadras en el Bar Moderno se reunían los beatniks, Renata salía a la búsqueda de escritores, músicos, gente del teatro y otros ‘seres que estaba comprobado que tenían talento’ para poder intercambiar ideas o una buena charla. Así fue como se hizo amiga de Charly García, Luis Alberto Spinetta, Rogelio Polesello, y conoció a Víctor Laplace con quien se casó y tuvo a su hijo Damián. 
«Hoy no veo a nadie que me enganche. Ni en el rock, ni fuera de él, es muy raro que vea a alguien con quien tenga ganas de conectar», explica sobre la escena actual. «Me encantaría poder sentirlo, pero no me está pasando».
Quizás será porque ya conociste a gente muy interesante y no es fácil conocer a gente más interesante aún. 
- Sí, es así. Es difícil. Tampoco yo estoy en ese punto, ahí eran como maestros en muchas disciplinas y pares en otras. Ahora es raro, estoy en otra generación, ahora es al revés. También encontrar pares ahora... mmm, ya es difícil.

Renata tiene una teoría curiosa sobre el amor. Ella considera que el amor distrae a las personas de sus objetivos y promueve la inacción artística frente al consumo de líbido que implica la tarea de conocer al otro y la entrega a sus encantos. Sin embargo, cuando Lorito apareció en su ventana y se trepó a su cabeza, ella lo tomó como una señal y ahí empezó otro tipo de idilio amoroso: un amor inhumano que es el que le prodiga a sus animalitos a quienes se niega a rebajar al mote de ‘mascotas’. Lacan, Zelda, Capote y Lorito son mucho más que eso.
A pesar de que Renata es celosa de sus procesos y le gusta trabajar en silencio para no distraerse, a veces - entre pincelada y trazo- canta a coro con Lorito y Capote, los mismos que a la mañana la saludan con un ‘Buenos días’, le sueltan varios ‘Renatita te quiero’ a lo largo de la jornada y se despiden con un ‘Adiós’ cuando deja el taller. «Ellos solo repiten, no pregunta nada», aclara. Un amor inhumano que no cuestiona y que no la distrae, sino que la potencia y la llena de felicidad. Renata Schussheim es la reina de los pajaritos. 

¿Te sentís reconocida en la calle?
- Más en la calle que en lo netamente artístico o en la prensa. El pie en el teatro me da una aproximación que solo la plástica no la daría porque es bastante más elitista y cerrada.  Me gusta que en la calle venga de pronto una señora con la nena y me diga ‘yo te sigo, me gusta lo que hacés, si veo un espectáculo que tiene tu nombre voy a verlo y si hay una exposición, voy’. Mucha gente que normalmente no va a una galería o no va a un museo y me parece que es lo más interesante básicamente.
¿Sentís ahí que hay un objetivo cumplido?
- Sí, claro. Viene gente que no sabe y me pregunta incluso cuánto cuesta la entrada y le digo ‘Nada, es gratuita la entrada en una galería’. Eso me parece realmente válido y no el pipipí, el rucucú y quedarse solamente con lo de los premios, la opinión del crítico tal con el curador tal. No.

La iconografía de Renata Schussheim se inspira, en gran parte, en sus sueños. Cuando la idea le aparece en la cabeza y hasta que llega al papel queda almacenada y sale en cualquier momento, ni ella se acuerda a veces de los sueños: es raro que se levante de la cama de un salto y lo concrete.
«Cada tanto anoto algunas ideas en la agenda, generalmente cuando hago un viaje largo de avión aparecen, cuando desenchufo un poquito. Por ahí las hago al año, a los quince años, por ahí no las hago nunca. No hay una metodología».

¿Seguís trabajando con fotos intervenidas?
- No, ahora paré con eso. Estuve haciendo toda otra cosa que tiene más que ver con los sueños, pero con pequeñas miniaturas, unas cajitas que tenía en Estado de Gracia. Seguí con una onda ya no tan religiosa, sino más animalesca perversa. ¿Viste las figuritas de esos animales con brillantes que son como humanizados? ¿Viste el osito que está vestido, el perrito...? Empecé a trabajar con ese mundo que es bastante particular, las maquetitas y las playas, todo con dimensiones muy...
Necesitás vacaciones.
- Sí, sí, estoy necesitando playa.

Foto de Dina Cantoni
Publicado en Dadá Mini #22- «Una vez al año no hace daño» - 2012

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