sábado, 2 de agosto de 2008

Crónica de un clásico "día de mierda"

Decidí de manera arbitraria que ese día sería una mierda y que nada ni nadie habrían de impedir que así sea. Ni los animados locutores de radios mañaneras ni los auguriosos y bien intencionados deseos de mi madre desde la puerta de entrada de casa.
Todo resultaría molesto, patético, aburrido y completamente olvidable e intrascendente.
Me arrastré sin ganas por la ciudad dejando a la vista de todos mi modorra, mis pocas ganas de vivir y una cara de culo en perfecta combinación con una vestimenta más cercana al entrecasa que al cocktail.
Después de elegir bajarme dos paradas antes del colectivo, ni siquiera osé en mi transitar por la vereda mirarme de reojo en el reflejo de las vidrieras porque a veces mi flequillo me enorgullece y en la calle no quería sonreírme ni mucho menos.
Mentí en calificar de arbitraria mi decisión de rotular al día como “de mierda”, conozco la razón para semejante determinación.
¿Existe alguna persona en el mundo que pueda pasar un día feliz sabiendo que esa misma tarde tiene turno en el dentista?

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