Ganz Toll en alemán es algo así como “todo piola”. Un well done irónico con que se felicitan Pablo Colabella y Santiago Fernández, el dúo de diseñadores que prefiere no definirse como estudio y que se divierte generando preguntas y múltiples significados a partir de su nombre.
Desde la ventana del octavo piso donde trabajan los Ganz Toll puede verse una mini playboy mansion en versión porteña con una pileta de plástico celeste, un deck, reposeras blancas y el pasto verde. Un poco más allá, la imponente brutalidad de la Biblioteca Nacional, las grúas del puerto y, cuando está despejado, se asoma un pedacito de Uruguay.
Pablo Colabella y Santiago Fernández se conocieron en el bondi yendo y viniendo de la facultad. Cursaban juntos la carrera de diseño gráfico y el bondi era el único momento que tenían para hablar antes de perderse entre los miles de estudiantes que pululan por la UBA. Ahora Pablo vive en Colegiales, Santiago en Belgrano y hace cuatro años que se juntan en Barrio Norte para cocinar ideas, dibujos, pelucas, campañas para marcas, contenidos propios y experimentos con materiales.
Cuando empezaron a trabajar juntos algunos les preguntaban ¿cómo hacen? ¿trabajan en la misma computadora? — “Diseñamos a upa”, era la respuesta. De un chiste interno, nació el lema de los Ganz Toll, como casi todas las ideas que surgen de estos dos amigos de 27 y 26 años que se animan a afirmar: «Estamos pensando en casarnos para compartir la obra social».
Los Ganz Toll no se definen en el mundo del diseño, ni en el del arte y no hacen las cosas para ganar más “me gusta” en Facebook. Trabajan en conjunto con la abuela de Pablo en un tejido, con el hermano de Santiago - el artista Cotelito - para hacer una máscara de cartulina y con las rejillas de la calle para improvisar un tablero de ajedrez desobedeciendo al tipo de Edenor que les advertía que iban a electrocutarse. “Yo quiero que la señora de acá vaya al supermercado con una bolsa mía, que no sea tan sectario. Esa repercusión es más divertida y funcional a la causa a que nos vean sólo los amigos y la gente que estudia diseño”, explica Pablo.
Efectividad del mensaje, sentido del humor, moda, estética y viabilidad comercial, ¿cómo ordenan los cinco componentes en orden de importancia al momento de encarar un trabajo?
Pablo — Siempre se plantea la efectividad del mensaje para el otro y para nosotros. Muy cerca está el sentido del humor y después la guita. La moda va último.
Santiago — La estética y el humor están bastante cerca. Por ahí tiramos la idea y después hacemos una estética que no nos convence y la sacamos. Siempre tiene que tener una gráfica que la acompañe, que esté buena visualmente más allá del chiste.
P — Nuestro valor agregado no es la técnica en sí. Muchas veces nos llaman por la idea que les podemos dar, aparte de la resolución. Tiramos la piedra y algo sucede.
¿Cómo se dividen el trabajo?
P: — No hay un límite. Hacemos un “chancho va” y vamos probando a ver qué pasa.
¿Cómo se manejan con los pedidos de los clientes? ¿Se limitan a las herramientas que manejan?
P: — Depende, es un término medio. Tratamos de ir para un lado A que es el que pide el cliente y un lado B que es lo que hacemos nosotros. No podemos decir “mirá, sólo hago tipografía o tal cosa” porque nos aburrimos. Si nos proponen algo que no nos gusta tratamos de evadirlo diciendo que ahora no podemos porque estamos con otras cosas.
Los Ganz Toll calculan un promedio de trece trabajos al año: uno por cada mes y “uno para el mundo”. Lo hicieron con Descartable, Tala indiscriminada y cuando recortaron en cartón las letras que componen Igualdad y las dejaron en distintos lugares de la ciudad a ver cómo reaccionaba la gente. Algunos se las llevaron, otros las desordenaron y otros siguieron de largo. «Para este año hay algunas ideas. Hay una muy polémica que es agarrar plata, dársela a alguien y contar la crónica: donarlo a algo que sirva», adelanta Pablo. «Hicimos un trabajo para el gobierno y no estamos muy conformes. Después de ver toda la gente que trabaja es como choto y pensamos ¿qué pasa si yo a esa guita la doy? Pero es pelear contra los que están atrás tuyo. Sos un boludo, hacés quedar mal a todos».
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Una noche Pablo soñó que un montón de brazos querían agarrarlo y despertó todo enroscado mordiéndose la mano. Le contó el sueño a Santiago y cuando surgió lo de Tecnópolis se les vino a la cabeza la idea de un montón de zapatos entrelazados simulando la labor, los esfuerzos en pos de la producción masiva. Su amigo Rubén Stremiz les hizo el 3D y con Producción récord de zapatos ganaron el segundo premio en la Feria de Ciencia, Arte y Tecnología y un lugar en el proyecto Industria Argentina. Pablo sueña más absurdo y Santiago dice que lo suyo es más real.
Si volvieran a nacer reconocen que querrían ser lo que son ahora: ilustradores, diseñadores, creativos. Dos amigos que no trabajan como un estudio porque para ellos representaría lo que no quieren ser ahora. «En esto, que no me sale el nombre, trato de hacer lo que no haría afuera», explica Pablo. «Un estudio es: tengo la idea, busco gente, hago el diseño o la animación, tengo siete empleados, los cago a pedos, tengo deudas y empiezan a repetirse las fórmulas. No queremos perder la lúdica y meternos en ese sistema donde perseguís la guita o la tendencia».
Este año fueron elegidos por el Centro Metropolitano de Diseño para representar a Buenos Aires en la Cumbre de Ciudades Creativas de la UNESCO que se realizó en mayo en Montreal. Nunca antes habían ganado un premio, ni habían estado primeros, ni habían participado en nada y de pronto recibieron 1.126 votos del público en Facebook, luego de que el CMD los presentara en una lista de diez candidatos.«Nuestra conclusión en Canadá fue que nosotros partimos de la necesidad hasta la idea y ellos parten de la idea para arriba, no tienen impedimentos materiales», cuenta Pablo. «Veíamos a los coreanos que hacían unas cosas impresionantes con metal y con vidrio y, claro, tienen otra base de guita. Nosotros tenemos el plástico y es: che, ¿qué podemos hacer con esto? Ni mejor ni peor, son dos caminos diferentes».
¿Qué les pasa cuando van a los seminarios y congresos?
P: — Cuando estás tanto tiempo del otro lado de la maqueta, exponerte te da vértigo de quedar como un banana o como un boludo y no hay un punto medio... o si hay: el banana boludo. Este año cuando fuimos al Pixelations en Córdoba, llevamos nuestras propias preguntas, atajándonos al riesgo de que nadie levantara la mano. Llevamos una maraca, un pollo de goma, unos paragüitas para el trago y el que preguntaba se ganaba algo. Incluso subió una mina y me dio un beso.
Pablo y Santiago flashean con las sendas peatonales derretidas en Pueyrredón y Las Heras, con un pajarito amarillo que parece una pelotita de tenis con pico y sospechan que los edificios de enfrente los espían por la ventana con sus enormes ojos. A veces fantasean con alejarse de la ciudad y llevar una vida más low fi, pero no conciben el mundo de otra manera que no sea caminando por el barrio, saludando al vecino y soportando el chiflido del bondi. Hace ya un siglo que Buenos Aires le ganó terreno al río para llenar su cauce de pavimento y construcciones, hoy los Ganz Toll lo saludan desde su octavo piso, esquivando la mirada curiosa de los edificios.
Publicado en Dadá Mini #20- «Yerba mala nunca muere» - 2012
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