domingo, 13 de febrero de 2011

Me Quiero Por Eso Escribo

Mucho del afán de escribir proviene de esta idea de que lo que nos pasa y lo que pensamos es significativo e interesante... ¿o es que acaso lo que nos pasa y lo que pensamos deviene significativo e interesante porque lo escribimos?

Una vez agotada la amenaza de la inminente desaparición de la prensa y la literatura en papel a favor del formato digital, los suplementos culturales parecen haberse puesto otra vez de acuerdo para desarrollar el tema ¿por qué escribimos?, ¿cómo escriben los que escriben? y ponerse nostálgicos con aquel primer amor últimos ritos.

Así nos enteramos de que en tres palabras, Umberto Eco dice que escribe simplemente porque-le-gusta y Andrea Camilleri, porque es mejor que descargar cajas en el mercado central.
Pero mientras algunos otros esgrimen argumentos del tipo porque no sé hacer otra cosa y Carlos Fuentes hasta se anima a repreguntar ¿por qué respiro?, Lucía Etxeberría –de quien no he leído ni un solo libro- conmueve explicando que escribe para que la quieran más.
Es decir, escribe por amor.
Un amor que entrega y vuelve a sí misma en forma de reconocimiento.
Es decir, escribe por amor propio.

Qué pajero es Fogwill. Solo escribe 45 minutos al día.
Qué metódico es Alan Pauls. Escribe cual horario de oficina de 9 am a 5 pm.
Luis Gusman escribe rodeado de fotos de escritores, será el fetichismo.
Edgardo Cozarinsky llama “ideas peregrinas” a las cosas que va anotando a medida que oye o ve en la calle. Las mismas que cada tanto me persiguen y cuando llego hasta el cuaderno, se tomaron un subte y desaparecieron por debajo de la superficie.
Cuando Rodolfo Rabanal escribe con tinta negra sobre “esas páginas legendarias” de una Moleskine o una Talbot, le hace sentir que hasta es posible que escriba muy bien.
Me gustaría hacer como Luis Chitarroni que en la misma libreta donde escribe también hace dibujos, es que lo intento, pero de la única manera que me sale dibujar es con palabras.
También me gustaría hacer como Osvaldo Lamborghini que se sienta a escribir en bares, algo que jamás podría hacer Ana María Shua que se toma algo así como un litro y medio de cortados y explica: “necesito un baño cerca”.
¿De verdad queremos saber tanto sobre cómo escriben los que escriben?
Retomo la hipótesis, el amor propio mueve teclados.


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