domingo, 21 de diciembre de 2008

Sho Me Shamo Shessica Sholanda

¿Desde cuándo las inocentes palabras, que incluso carecen de intenciones -lingüísticamente hablando-, son dañinas, prohibidas, repudiadas y/o grasas?
Algunos recordarán a aquel facho personaje de ChaChaChá que a los fines de “Educar al Soberano” corregía con un determinante NO que emanaba por debajo de sus exuberantes bigotes a aquel mecánico, sindicalista o jugador de quiniela que aducía haberse comido un asado “pulenta”, haber jugado con los amigos al “julgo” o haberle pedido a su mujer que le rascase la espalda “endemientras” veía televisión.
Vedadas están de pronto palabras y expresiones que me resultaron siempre inofensivas tales como malla, rojo, evento, tomar la leche e incluso mantel (que ahora me doy por enterada que lo aceptado es denominarlo “paño”).
Pero yo me resisto a abandonarlas y soy capaz hasta de incorporar un chomba, riñoñera o un merienda y, si me inflo el pecho de valentía, puedo arremeter con una blusa, unos championes y una falda para salir a la calle como loca.
Será que tuve una vida anterior chorreante y resbalosa o que me entusiasmé con la idea de que toda cursilería y mersada puede pasar por “cool” al ser justificada con un: soy kitsch”.

sábado, 20 de diciembre de 2008

¿O no que la palabra PELOPINCHO es requete divertida?

jueves, 18 de diciembre de 2008

Sano Celo Mediático

En el día de ayer descubrí hojeando (a través de las hojas) y ojeando (con los ojos) en el diario La Nación en la página 15 de su edición impresa la fotografía de una íntima amiga de mi hermana que, en su calidad de “mejor promedio” – parafraseando al epígrafe- del Master de Periodismo que dicta el mismo medio, desde un estrado pronunciaba el discurso de la promoción 2008.
“Qué grosa, me picó un poco la envidia, yo acá de empleada pública” escribí en clave SMS a mi hermana/su amiga.
A lo que contestó: “A mi también y encima la única vez que pude salir en un diario llegué tarde a la foto por M. el día del evento, me imagino a vos!”.
No supe bien a qué se refería con eso del evento y a aquella posibilidad que tuvo de ser publicada, pero mi mente automáticamente se remitió al archivo y recordé que la única oportunidad en la que aparecí en un matutino fue a modo de cabeza entre una hormonal multitud que estaba viendo Erreway (si si la banda de Rebelde Way) en la cancha auxiliar del Chateau Carreras allá por el 2003 cuando fui a modo de acompañante de una especie de sobrinita/primita de un ex novio.
Ahí fue cuando la escena se compuso aún más patética, dejando de lado los motivos que remitían directamente a mi condición de promedio regular de la facultad y de estar lejos de ser una estrella, se intensificó el celo mediático y el mérito de la difusión en detrimento de mi propia percepción como colega de la que si lo merecía. Perseveré en mi research y mi autoestima se vio un poco aliviada cuando me retrotraje al hecho de que hubo una segunda aparición, pero esta vez en la pantalla de Crónica hace unos años en el marco de una Creamfields cuando me limité a responder a la pregunta del cronista “¿cómo la están pasando?” con un seco y tajante “A PLENO” debajo de una capucha de rompeviento. Adhiero al perfil bajo.

martes, 9 de diciembre de 2008

Locación n° 2 - Ext/Día


Era el cementerio de la Recoleta nuestro lugar fetiche. Pero cuando me refiero a “nuestro” cabe aclarar, como siempre, que fue decretado así por mi y de ahí adoptado por vos que, una mañana en calidad de acompañante, te dignaste a despotricar contra la oligarquía, la paradoja de la existencia de un lugar como aquel y lo mal aprovechado del espacio que, sostuviste en un arrebato socialista, podría ser utilizado para fines más nobles como el de alojar niños sin techo. ¿Quién querría vivir en un lugar que fue antes un cementerio?, pregunté yo que siempre busqué cuestionarte y darte la contra por el simple hecho de hacerlo y poner a prueba tus argumentaciones. Y, si no recuerdo mal, no supiste qué contestar.
Si, era un cementerio y vaya mar de significaciones.
La opulencia de las inmóviles figuras talladas en mármol, pero al mismo tiempo imponentes. La expresión más artística y llamativa por su belleza de algo tan poco estético como la muerte. La grandiosidad de la mismísima putrefacción. Una relación con fecha de vencimiento y certificado de defunción. Estructuras indestructibles que hacen alarde de una muerte, será quizás por eso que tanto nos atraía, el sabernos acabados sin embargo construyendo piezas perdurables, estáticas y silenciosas para decorar el deceso.
Un capítulo más de esta novela de folletín que acaba justamente donde empieza.
Pocos puntos de rating, baja audiencia, malas críticas, malos actores. Tenía que llegar a su final, no fue necesario ningún personaje asesinado y mucho menos un final feliz. Terminó de una vez por todas, ahora puede volver a estar El Zorro en nuestro horario. Un ambicioso director desilusionado y un galán que recibió su cheque y se compró una guitarra.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Cosas que no tienen porqué pasar

Afuera garúa finito y calculo a modo de consuelo que esa es la razón por la cual los sucesos que suelen componer un día tipo en la vida de uno, pueden tornarse en poco agraciados y hasta catastróficos sobretodo si uno es mujer y padece la regla.
A razón de mi inspiración producto del “a esta altura ya todo me importa tres carajos”, provoqué el replanteamiento de su existencia a un tal Cristian, agente del call center de una empresa de celulares que tiene al hijo de Ricky Martinez como cara visible y en la cual todo trámite es exactamente lo contrario a lo que reza su nombre.
Cuestioné a madre a través de un sms apocalíptico: “Cómo puede ser que exista gente tan oportunista? Estoy estresada”. No me contestó, quizás a falta de respuestas para semejante pregunta o porque se habrá estado riendo a más no dar por mi exagerada visión de las cosas. La razón de ser del interrogante partía del hecho de que habíale prestado mi casa a mi hermano durante el fin de semana para encontrarla el domingo a la noche no sólo cubierta de vello masculino por doquier, sino con platos sucios en la cocina y la ducha rota, si, rota. Sumado a este hecho, la gente de un conocido local de venta de entradas a conciertos desmintieron mi afirmación acerca de que las entradas que pretendía devolver (dado que el recital se suspendió por lluvia) habíanme costado en aquel entonces $70 cada una. Me devolvieron el dinero, pero sostenían que yo había pagado $65 por cada ticket y se dieron el tupé de no sólo robarme $15, sino de pretender que les de 5 para el cambio. Si si claro, cómo no.
Eran apenas las 2 de la tarde y mi día ya era un maldito fracaso. En el camino de vuelta a casa me llovía en plena cara y remera blanca mientras cargaba bolsas de super y unos zapatitos de porquería que no se ajustan en absoluto ni a mi estilo ni a mis dedos que ya evidenciaban una ampolla por la coerción ejercida. Y claro, el ascensor no andaba y me esforcé por no sacudir la Coca Light y esparcirla por todo el pallier cual champagne en mano de automovilista, sólo porque tenía mucha sed y estaba bien fría. Subí obedientemente los 7 escalones, sólo respondiendo a las órdenes de mi superyo que me aconsejaba no perder la calma.
Afortunados aquellos que pueden reírse de las sucesivas desgracias ajenas, sólo porque no son propias. Jacqueline Dutra chocó con su camioneta en la autopista La Plata – Buenos Aires y tiene un corte en el ojo y otro en el mentón. Evidentemente hay gente que la está pasando peor. El mentón todavía lo tengo sano así que no puedo quejarme.
Ah y no tengo vacaciones este enero.
Laaaaiiiffff iiissss guuuudddd iiieeeeeeeeee.