jueves, 2 de abril de 2009

Adiós

El Congreso estuvo abierto toda la noche. La gente quería verlo de cerca, saludarlo de lejos, ser parte de la historia, salir a desempolvar banderas, chusmear, vaya uno a saber, pero que una multitud se apoltronó sobre Callao es un hecho. “Murió Alfonsín”, eran las leyendas sobre absolutamente todas las portadas de los diarios de ayer y no pude evitar leer estoicamente cada una de las biografías allí impresas.
Nací en el ´86 y la palabra Alfonsín formó parte de mi imaginario infantil, lo escuchaba a papá hablar de él y sin poder ahora recordar exactamente lo que decía – además de algo así como que habían salido a festejar en el auto de no se quién cuando asumió – la imagen que me formé era de una especie de superpolítico que había venido a rescatarnos de las garras de algo maléfico y que, por lo tanto, ameritaba que mi viejo salga a festejar. Después mezclé esa imagen con el festejo de la victoria de Argentina sobre Italia en el mundial del ´90, parada en la calle Irigoyen mirando como la gente tiraba papeles desde los balcones y armé un collage de sensaciones. A pesar de que mi padre sea un fervoroso menemista –mezcla que quiere fastidiar al resto y otro poco que lo siente- puedo legitimar aquel festejo en el ´83 y sostengo que fue por una buena causa y, aun bajo las circunstancias expresadas, confío en su criterio.
Hoy al mediodía caminé yo también junto a la muchedumbre por Callao hasta el cementerio de la Recoleta y comprobé que lo que se respiraba en la calle era fervor patriótico. Creí que eso ya no existía y que la gente sólo se juntaba para salir a reclamar, a quejarse o si le pagaban el pancho y la coca. Ellos estaban ahí porque querían y sin ninguna pretensión o acaso qué puede pedírsele a una persona que ya no está.
Será quizás que se fue uno de los pocos íconos que quedaban de imagen política comprometida, de buena persona con todas las letras, honesta, y que, más allá de una inflación insostenible y un Pacto de Olivos a espaldas de la gente, se jugó y procuró hacer todo lo que estuviese a su alcance para que en la Argentina pueda respirarse tranquilo. Hoy calculé las edades de quienes marchaban junto a los granaderos por las calles y muchos eran aquellos que vivieron la llegada de Alfonsín como un alivio.
¿Cuándo va a volver a repetirse este fenómeno?, ¿Cuándo muera Menem?, ¿Duhalde?, ¿De la Rúa?, ¿Kirchner?, ¿acaso Fernández? Lo dudo y me desalienta el saber que nuestra clase política esté tan descreída y que no merecerá ni una pizca de los honores y las muestras de afecto que la gente demostró ayer y hoy por Raúl Ricardo Alfonsín.


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