domingo, 13 de febrero de 2011

Palabras Incomprendidas


Las colecciono en un cuaderno compulsivo y me ocupo de agruparlas en caprichosas categorías tales como “sónicas”, “sensoriales”, “absurdamente cacofónicas” o “grandilocuentes y soberbias”. Así, poco a poco, van acumulándose en largas listas: minerva, bambú, estornudo, estalactita, expresso, vértigo, crisantemo, irreverente, escoria,  ribete, redundando, esotérico, ecléctico, babieca, bicoca, baqueta... “Una palabra, sólo una palabra”, rogaba Luis Alberto Spinetta desde el tocadisco.
Se me ocurre que, aquellos afectos al monólogo, entablamos todos los días diálogos que se van desarrollando a modo de un jazz, combinando tiempos verbales y entretejiendo conceptos cual rompecabeza improvisando a cada momento y en cada conversación.
La dinámica de las palabras y su modo de relacionarse y amalgamarse unas con otras es lo que convierte al diálogo en una forma de acción en la que se atraviesan universos de sentido para disputarse una idea. Hablando, estas ideas se mueven de un lado a otro, rebotan en techos y paredes, se estrellan y sortean los obstáculos de la acústica para finalmente incrustarse en nuestro aparato cognitivo y ser comprendidas en su significado lógico para aventurarse en ríos semánticos que fluyen en cauces retóricos.
Pero... ¿de qué estábamos hablando?



Publicado en Dadá Mini #4 - 2008

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