“Los Díaz pasan volando”, era el remate del famoso chasco dividido en tres actos en el que cada uno de los integrantes de la familia pasaba en avioneta, helicóptero y hasta un parapente manejaba el más intrépido de la prole.
¿Y a dónde van los Díaz cuando llueve? Quizás a la misma cueva donde se resguarda la vieja o posiblemente se detienen cual extra del Chapulín Colorado tras el sonido de corneta.
Los Díaz declaran asueto y es entonces cuando una oportuna lluvia le permite a uno darse ciertas concesiones respecto a la agenda establecida y no sentir culpa por elegir una novela en la tele antes que un apunte o un libro para suspender la concreción de un trámite “urgente”.
Esa misma lluvia es la que justificará la práctica del más descarado ocio y la dedicación a las reflexiones más sublimes así como también a las más bajas e incluso subterráneas.
A su vez, la elección de vestuario se verá condicionada desde el momento en el que aparezcan las nubes cargadas, también lo hará la banda sonora en perfecta sintonía con el característico repiqueteo del descargo e incluso el catálogo de pensamientos se someterá al mismo criterio.
Aquello que predispone nuestro estado de ánimo de semejante manera será quizás la sensación de que este mundo hace agua por todos lados o más precisamente la impotencia de que el clima es algo que el hombre, a pesar de sus ambiciosas aspiraciones, aún no puede controlar. Mejor que así sea. Dejemos el esquema mental tal y como está y que no se suspenda por lluvia.
Publicado en Dadá Mini #5 - 2008
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