El Sueño del Ojo Bizarro Propio

En el largo camino de un punto cardinal al otro de la ciudad el tema que sonó una y otra vez fue el mismo que nos recibió apenas entramos a Debizarai. “Esto es una señal”, le grité a B. en pleno frenesí de festejo y festividad fraternal. Lo que no tuve en cuenta en ese momento es que las cosas pasan porque sí muchas veces y que ya tengo que dejar esa costumbre de ser esa excelsa buscadora de coincidencias de la cual se burlaba la Tana Ferro. Pero no me definiría ya como “buscadora”, sino como depositaria de semejantes casualidades que después se tornan buenas anécdotas en tertulias y ágapes varios, porque son ellas las que me buscan a mi, me encuentran para coleccionarse con posteriores reflexiones y notas al pie que a la misma nada conducen el eterno retorno, el destino y la mar en coche.
El tema era “Behind the Wheel” de Depeche Mode. L. sostenía que “wheel” significaba rueda y yo afirmaba vehemente que era volante (incluso apostamos cinco combos de un conocido restaurant de comida rápida para la ganadora). Finalmente significa ambas cosas y teníamos razón las dos, todavía no dilucidamos cómo repartir el premio y declaramos empate.
Y la famosa señal se me vino a la cara en pleno patio del recinto. Era una estructura de metal que andaba suelta por ahí y acabé atajándola con mi ceja derecha, lo cual me provocó un considerable tajo y la consecuente pérdida de sangre para estupor de los que se encontraban en el radio que proyectaba mi presencia. Con la cabeza debajo del agua fría de la canilla de la barra yo pedía al mismo tiempo una ambulancia y un whisky, los dos casi con la misma vehemencia, mientras les susurraba a mis amigas con sonrisa de costado “no me duele nada, no se preocupen, estoy bien… pero ¿a nadie se le ocurre de pronto llamar a una ambulancia o en todo caso traerme un whisky?”. Para mi sorpresa los elementos alternativos fueron una viandita simil primeros auxilios con pervinox y algodón estrella – que un sujeto que no parecía enfermero en lo más mínimo se encargó de gestionar- y un vaso, pero de esos bien bien grandes, rebalsado de speed con vodka.
Creí que esa señal sería un encuentro azaroso o la revelación de un secreto que cambiaría mi vida o “la-noche-del-año”, incluso aposté por una aparición sorpresa de Manu Chao coreando a Miranda.
Sin embargo, y a pesar de que a esta altura ya desistí de los caprichos del destino para dejarme sorprender, mi conjetura muy lejos no estuvo de hacerse realidad: el encuentro fue con un cuadrado de hierro golpeando mi cara, revelé el secreto de que una herida en esa zona no duele bajo ningún concepto y no llegó a ser precisamente “la-noche-del-año”, pero si una anécdota memorable. Eso sí, lo de Miranda y Manu Chao fue hacerse demasiadas expectativas.

"Y bueno, van a quedar así", diría Marcela Brane.

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Hoy me llegó el siguente mail a mi casilla de correo (copia textual):

no hace falta imagen , simplemente hay cosas que nunca cambian

mercoles 28 octavo aniversario el ojo bizarro

grasias por despues de 8 años , con tu estilo seguir construyendo el nuestro

miercoles 28;, 23 horas fiesta octavo aniversario listas a elojobizarrolistas@hotmail.com

Definitivamente no era enfermero el que me puso esa venda y el concepto es más que claro:

hay cosas que no cambian por más que se te caigan todas las estructuras.

No falten, va a ser un fiestón (se recomienda usar casco).