Desde mi escritorio y a través de un vidrio me sonríe una Eva Perón tamaño natural que se asoma desde la pared de la oficina de enfrente y, mientras tanto, un periodista me dicta sobre el hombro derecho, en un tono monocorde y algo ofuscado, lo “fascistas” que son aquellos que cortan las rutas en Gualeguaychú.
Más lejos no puedo sentirme. Ni Dios ni el diablo, ni el Diablo ni dios, no son ni uno ni el otro y se me complica la categorización. Hace días que me es imposible elegir y tampoco pretendo quedar bien con ninguno de los dos, porque aún no puedo identificar quién es quién en este juego y cómo se logra quedar bien con algo que a uno le queda tan, pero tan mal.
A veces logro entusiasmarme con alguna propuesta y muchas otras la deshecho por considerarla absurda e irrealizable. Puedo llegar a mínimamente ilusionarme con algún gesto humano o un discurso que se supone diferente, pero luego caigo en la cuenta de que es un poco más de lo mismo y percibo la sensación de un dejà vú que dista de ser místico.
Radicales, peronistas, kirchneristas, menemistas, derecha, izquierda, centro y adentro, comunistas, socialistas, anarquistas, altruistas, hedonistas: casi como pararse en frente de un kiosco de revistas y pretender identificar una por una la cantidad que hay para cada gusto.
¿Cómo podemos ser tan distintos entre nosotros y a la vez enarbolar la misma bandera? ¿Cómo puede ser que haya gente tan ciega que siga creyendo cosas que son evidentemente contrarias? ¿Cuánto de genuino hay en el sentimiento patriótico? ¿Dios se escribe con minúscula o mayúscula?
N. de la A : La idea original -y de hecho había empezado a redactarla- era contar la anécdota aquella por la cual, siendo apenas una niña, me negué frente a mi abuela a rezarle al ángel de la guarda antes de dormir por temor a que el diablo se enterara, se enojara y me ajusticiara por botona, traidora y por pretender quedar bien con el otro bando. Iba a resaltar la sorpresa ante el hecho de que la noción de bien y de mal ya estaba inserta en mi razonamiento y que a esa corta altura entendía que el equilibrio debía ser la tendencia para garantizar la armonía. En mis argumentos dejaba de lado convicciones religiosas, los dictados del mandato familiar y la educación conservadora del primario que cursaba allá por el año 1992. Iba a explayarme acerca de si el motivo de quedar bien con dios y con el diablo era estratégico, por temor, el equilibrio, la hipocresía... y cuando escribí esta palabra fue que me dejé llevar y se me dificultó retomar la idea original.
Mmm, ¿y si esta “N. de la A.” no es más que un desesperado intento por quedar bien con dios y con el diablo?
Publicado en Dadá Mini #8- «Quedar Bien Con Dios y Con el Diablo» - 2009
Publicado en Dadá Mini #8- «Quedar Bien Con Dios y Con el Diablo» - 2009
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