Lo de anoche fue de lo más ecléctico que me pasó desde que empezó la semana.
En un primer momento la cuestión pasaba por encontrar el sueño después de tanto helado, Capussotto y té de manzanilla (ecléctica sería más bien semejante combinación). La preocupación me trajo a la memoria un cuento que leí de chiquita en la que una niñita buscaba por todo el cuarto un bostezo que había perdido y la situación era desesperante: sin su bostezo no iba a poder conciliar el sueño. Finalmente lo encontraba abajo de la cama y era una especie de horripilante sapo de colores azul, verde y naranja con cara de ornitorrinco. Semejante poco pedadógica ilustración habíame traumado con que eso era lo que tenía en mi tráquea cuando tenía sueño, hasta que le pregunté a mamá, me trajo de vuelta a la realidad y volví a bostezar sin taparme la boca para que me siga retando por orrrrrrdinaria.
En un primer momento la cuestión pasaba por encontrar el sueño después de tanto helado, Capussotto y té de manzanilla (ecléctica sería más bien semejante combinación). La preocupación me trajo a la memoria un cuento que leí de chiquita en la que una niñita buscaba por todo el cuarto un bostezo que había perdido y la situación era desesperante: sin su bostezo no iba a poder conciliar el sueño. Finalmente lo encontraba abajo de la cama y era una especie de horripilante sapo de colores azul, verde y naranja con cara de ornitorrinco. Semejante poco pedadógica ilustración habíame traumado con que eso era lo que tenía en mi tráquea cuando tenía sueño, hasta que le pregunté a mamá, me trajo de vuelta a la realidad y volví a bostezar sin taparme la boca para que me siga retando por orrrrrrdinaria.
Ni siquiera ese hilo de pensamiento logró curar mi insomnio mental, no encontraba posición y la almohada se volvió hostil y la misma metamorfosis sufría mi otrora amado sommier.
Cuando por fin logré dormirme me despertó una estruendosa risa, era mía y todavía pienso qué fue lo que la produjo. Unas horas después de reanudado el sueño, tuve hambre y me convencí de reincorporarme en busca de comida. Repasé mentalmente el contenido de la despensa, sorteando latas y cajas encontré detrás de las servilletas un paquete de galletas Rumba. Cuando estaba a punto de poner un pie en el parquet para salir corriendo a devorarlas sistemáticamente y sin remordimientos, escuché una tos ajena en el pasillo y, conociendo la fuente de semejante carraspera, calculé que serían las 6 y media de la mañana y creí conveniente postergar el atraco hasta el desayuno.
El despertador sonó 2 horas después y me sorprendió cantando "Sr. Cobranza" entre murmullos de sueño y me pregunté ¿cuáles serán hoy las preferencias políticas del Pelado Cordera? ¿o debería referirme a Las Manos de Filippi?
Miro debajo de la cama a ver si está ese bostezo inmundo para recuperar esa parte de la historia que no me quedó del todo clara.
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