viernes, 23 de agosto de 2013

Entrevista a Sergio Pángaro

El músico, actor, escritor y embajador del estilo lounge en Argentina hace casi 20 años que está al frente de Baccarat, un grupo que conserva el espíritu de los años ‘50 mientras busca el ritmo perdido y se rebela con los signos de su tiempo.


El rock nació revolucionario y surgió de un descontento al cual Sergio Pángaro también adscribe. Pero como las quejas son una pérdida de tiempo, él prefiere ir por otra vía y hacer pie en mundos paralelos inspirados en el pasado. Mientras el rock suele afiliarse al forever young y destacar la juventud como divino tesoro, Sergio se divierte jugando, como otra forma de rebeldía, con las posibilidades que habilitan las ucronías.
La ucronía es un género literario con una trama que toma como punto de partida un hecho del pasado para desarrollar realidades ficticias. La pregunta inicial es ‘qué hubiera pasado si’ y desde allí especula: ¿Qué hubiera pasado si  los dinosaurios no se extinguían? ¿Qué hubiera pasado si los nazis ganaban la Segunda Guerra Mundial? ¿Y si Argentina, en 1982, recuperaba la soberanía en Malvinas? 
Pensemos en Pángaro: ¿Cómo hubiera sonado Baccarat si se gestaba en la Belle Epoque, época en la que primaba el refinamiento y la ostentación? Probablemente, en vez de emular la cosa lounge, de casino y de cóctel, Sergio estaría al frente de una banda punk y vestiría jeans comprados en ferias de ropa usada por los buscadores de oro de California.

A Sergio Pángaro le gusta vivir en Constitución porque se puede conseguir de todo a cualquier hora. Los cartoneros, las travestis, los dueños de los bares y cafés, los senegaleses, peruanos y bolivianos que pueblan el barrio ya se acostumbraron a verlo vestido como Humphrey Bogart y no les llama la atención: en definitiva, ellos son mucho más estrafalarios.
Traje cruzado, corbata, chaleco, zapatos, gomina, bigote finito. Con ese look, a nadie se le podría cruzar por la cabeza que ese hombre fue una de las revelaciones del rock local de los ‘90 con el grupo San Martin Vampire, ni que fue alumno de Bam Bam Miranda porque estaba interesado en los ritmos africanos. Una especie de Serge Gainsbourg platense, aunque no del todo platense y no del todo ‘maldito’ como el francés. También músico, cantante, actor, escritor, compositor de bandas sonoras; también Sergio; también enamorado de las metrópolis elegantes y románticas: aquel de París, éste de Buenos Aires.
Aunque el imaginario de Pángaro esté repleto de referencias, en él no son forzadas, sino que las volvió parte de su vida cotidiana: el  living de su casa parece recortado de una foto blanco y negro de los años de los cocktails y el buen vivir. 
Se reconoce snob, pero con un sentido y sin pose ni afectación. “Creo que todas esas referencias que uno toma son excusas para conectarse con el presente. Como lo más difícil es eso, conectarse con lo que pasa ahora, se buscan referentes aproximados”, explica. 
Lo importante está en las elecciones estéticas para armar el entorno de fantasía que conecte con otras cosas y convertirse en un puente: hacer un collage y reformular un poco para vincular el público con aquello. 
“Con la intuición uno llega, legítimamente, a algo que ya se hizo antes, pero con un poco de teoría podés evitar creer que ya se hizo todo. Los clásicos ya están en el inconsciente, es en las fisuras donde está la diferencia. Algo parecido pasa con la huella dactilar: todos tienen dedos y huellas dactilares, pero la tuya es distinta. Siempre hay un lugar para ser único”.
Su búsqueda en lo retro se remonta a sus incursiones en el sampleo: esto de grabar voces arriba de un vinilo instrumental sonando de fondo. El mismo ‘karaoke’ que hizo Mike Patton en su proyecto Mondo Cane en el que recreaba a Fred Bongusto, Sergio lo hizo con canzonettas italianas, las que llegaron a Argentina con la inmigración  y acá se convirtieron en tangos. 

Pángaro tomó el nombre ‘Baccarat’ porque le sonó francés en un momento en el que los nombres de las bandas sonaban inglés: lo seducía más el encanto parisino. Sin embargo, lo que rescata es la posibilidad de verse elegante sin la necesidad de gastar una fortuna, la elegancia como un valor disociado del dinero y más cercano al imaginario creativo. 
Por ejemplo: una lámpara de cristal de Baccarat simple, nada de arañas pomposas, sale más de 2 mil dólares; y un par de copas en Mercado Libre, 900 pesos. Por contraste, los trajes que usa Pángaro se consiguen por pocos pesos en el Ejército de Salvación y las escenografías de los shows se arman con algún que otro hallazgo entre las chucherías del Once. "Baccarat es una banda pobre, nuestras escenografías cuestan un peso. Sin embargo, nuestra estética remite a una situación de esplendor y lujo. Fijate entonces el valor que tiene la imaginación y cómo con dos boludeces podés generar esplendidez", contó en una entrevista que concedió en 2001 a la radio cordobesa La Rocka. "Yo no tengo plata para irme a Italia, entonces ¿qué hago? Me tomo un Campari -que sé que es fino porque la vi a Catherine Deneuve hacerlo y me imagino que es un trago que queda bien en la Costa Azul- y ya me puedo transportar e imaginar que estoy ahí caminando. Es algo a lo que cualquiera puede remitirse y es tierno, no es irónico".

La ironía dadaísta es parte de los componentes Baccarat: el cuestionamiento a las convenciones, la provocación, la ruptura con la solemnidad, la búsqueda de arte en las fisuras. En el ámbito de la poesía, el dadaísmo -antesala del surrealismo- promovió la creación de un lenguaje libre y sin límites. En sus consejos para hacer un poema dadaísta -en Siete Manifiestos Dadá (1924)-, Tristan Tzara sugiere recortar palabras del periódico, mezclarlas en una bolsa y luego ubicar los recortes en el orden que salieron y armar un poema. ‘El poema se parecerá a usted. Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendido del vulgo’, explica Tzara.
Baccarat, a modo de laboratorio intelectual, trabaja sobre ese lugar ambiguo del dadaísmo de construir una apariencia para no levantar sospechas y, una vez dentro, provocar la ruptura. Pángaro de alguna manera oficia de curador o de editor, es quien arma el poema a partir de los recortes para que esa selección genere una lectura nueva, original y a la vez universal. "En el Dadá tenías que simular elegancia y honorabilidad para que el sinsentido cobrara fuerza. Si viene un loco caminando con un plumero en la cabeza y vestido de cualquier color uno lo va a desestimar y lo que diga no te va a sorprender". ¿Y si viene Sergio Pángaro de traje, peinado a la gomina y con sus maneras elegantes uno le cree todo? Algo así. 

A Sergio Pángaro el rock nacional de los ‘80 nunca le provocó nada, sentía que tenían el oído afuera traduciendo. La primera vez que vio a Virus en vivo fue en Obras. O bien: la primera vez que vio a Federico Moura. Sergio se sorprendió ante todo por su flacura, Moura ya estaba muy enfermo, y a la vez le impactó algo que no había visto en nadie arriba de un escenario. “Estaba poseído por un charme entre femenino y elegante. Lo vi como alguien entregándose a un rito que unía al público y a Dios, y él en medio como un sacerdote aflojándose a un juego que, en ese momento, para mí era la elegancia”. Aunque en ‘Lluvia Dorada’ canta que él a Federico lo adoró, Moura no es un referente estético ni alguien que haya cambiado su manera de cantar o componer. Lo que lo alucinó fue su capacidad de estar en un escenario oficiando un ritual, conectado con una energía mancomunada entre artista, público y música.

Pángaro nació en 1965 en Comodoro Rivadavia y llegó a Buenos Aires en 1974 , año en el que murió Perón. Su mamá le había enseñado a leer antes de ir al jardín y se la pasaba leyendo; hasta ese momento ninguna otra inquietud había despertado su creatividad. Cuando se mudaron a La Plata, el pequeño Sergio se acercó a un grupo de gente de la iglesia y empezó a cantar en las misas. “La gente venía a ver a Dios y de paso había una persona que contemporizaba una situación cantando canciones de repertorio religioso. Es como la parábola de los talentos: si sabés hacer algo, es tu obligación dárselo al Señor. Estaba nervioso, pero cuando uno es chico todo lo que hace goza de simpatía”.
Luego, en la orquesta del colegio, aprendió a tocar la mandolina, a la que le siguió la guitarra. Las canciones de la orquesta eran polkas y como la mandolina tiene diapasón chico y sus manos eran también chicas, le resultaba cómodo. 
Cuando terminó el colegio, cursó hasta tercer año de dirección orquestal en la UNLP y dejó para hacer la suya. Se instaló en Buenos Aires, amén de que aún considera que las cosas suceden en los márgenes de esta ciudad-puerto con una ubicación estratégica para la difusión. Fue modelo vivo en la Escuela de Bellas Artes de la Pueyrredón y además se puso a grabar y transcribir las clases en Puán para los apuntes de los alumnos. Más allá de estas experiencias, afines a sus infinitas inquietudes e intereses, Pángaro siempre trabajó de músico. Era eso, ahí estaba todo. Le gusta tanto hacerlo que le divierte decir que paga para tocar, en vez de que le paguen para hacerlo.
En la Pueyrredón, Sergio hacía el casting para Baccarat y así conoció a algunas estudiantes de arte que fueron sus coristas: Adriana Vázquez, Eva Shin y María Ezquiaga. Le interesaba armar Baccarat más allá de lo musical y más cerca del hecho teatral, de lo lúdico. “En ese sentido, creo que un artista plástico está más capacitado para observar un entorno que al músico se le puede escapar y tomar todo con igual importancia: la estética, el tono, el ritmo, la puesta en escena, la ropa, los gestos”.
En el escenario, Sergio hace todo eso que usualmente enumeran por separado: ser actor, escritor, cantante, compositor. ‘Aptitudes histriónicas’, las llama él. 
En cine fue Jorge Ramirez (irreconocible en un ambo de enfermero) donde interpretó a ‘el artista’ en la película homónima de Cohn y Duprat (2009); en Moacir de Tomás Lipgot (2012) hizo de él mismo -aunque en una versión alterada por el guión- asistiendo musicalmente a un brasilero con dotes de cantor internado en el Borda y compuso la música original de Animalada de Sergio Bizzio (2001), Yo, presidente (2006) y El hombre de al lado (2009), con la que ganó un Cóndor de Plata.
La fascinación de Pángaro por la cultura oriental lo animó, en su faceta de escritor, a usar las palabras en clave Tao Te King para el libro Señores Chinos (2007). “Comparado con eso, todo lo que escribo después no me gusta”, dice. “Las canciones no tienen historias consumadas, porque son anhelos: si uno está bien no le dan ganas de componer. Ahora no encuentro algo que esté a la altura de lo que me generó la producción anterior”. Pángaro necesita deslumbrarse con una idea, sentirse cómodo y ahí aparecen las variables y la inspiración. 

¿Qué es lo último que viste o leíste que te haya provocado este tipo de concentración?
El Eclesiastés. Encontré un par de frases que me detonaron, agarré dos o tres versiones y vi que había coincidencias. Me dio la pauta de que había un escritor ahí que decía otra cosa que la que los monjes medievales querían encauzar para su causa. Entonces hice como una edición, no era algo creativo, sino casi de fiscal, de ghost writer.

En un bar frente a la plaza Constitución recita un pasaje: "Yo busqué la razón de las cosas y la sabiduría huyó de mí: cuanto más conocimiento, más dolor”. 
Sergio Pángaro no sufre aburrimiento -ese sentimiento tan peligroso-, sino que tiende a la angustia y en ese dolor, como la ostra que recibe el granito de arena, procura encontrar lo que ese dolor puede traer. ‘Miles de ostras viven tranquilamente. Mientras que otras llevan dentro algo que las inquieta. Esas dan una perla’, escribió en Señores Chinos. 
Más que buscar la verdad, que es una tarea inútil y una pérdida de tiempo como la queja, lo que busca Pángaro es la belleza: una perla.


Fotos de Dina Cantoni
Publicado en Dadá Mini #23- «El futuro ya llegó» - 2013

Entrevista a Revista Apartamento

Nacho Alegre y Omar Sosa se reunieron para editar una publicación sobre las casas que habitaban sus amigos que estaban viviendo fuera y terminaron gestando Apartamento: una revista de interiores sin prejuicios.


Entre las historias que componen el libro de Miranda July  ‘No one belongs here more than you do’, hay una protagonizada por una chica que quiere hacerse amiga de su compañera de taller de cerámica. Después de dar vueltas sobre el asunto, finalmente se decide a invitar a la futura nueva amiga a su casa y ese mismo día, antes de entrar a clases, estudia el aspecto de su departamento. A través de un gesto cuidadosamente descuidado, suelta un saco rojo sobre el acolchado, revisa de pasada los lomos de los libros en su biblioteca, deja a propósito algunas tazas sucias en el fregadero. Piensa: “Quería ver todo a través de los ojos de ella. Suelo hacerlo cada vez que voy a traer a alguien nuevo a mi vida para captar una idea de quién soy yo y así agilizar el trabajo del otro al momento de conocerme”. 
Ese modo de aproximación al otro a través del espacio es lo que Nacho Alegre y Omar Sosa recogen y practican. No son los que se dan a conocer desparramando evidencias para contar quiénes son, sino los que se toman el trabajo de conocer al otro por cómo es el lugar a donde vive. El concepto de su revista le da sentido a esa frase que dice que cada casa es un mundo y la que dice que una casa no es lo mismo que un hogar. Apartamento sale dos veces al año y es una revista de interiores tan copada como copada puede ser una revista de interiores. ¿Qué es lo que la diferencia del resto? Que se centra en las personas que viven esos pisos, casas, galpones, carpas, quitando el foco del tipo de muebles, la iluminación o los cinco tips para elegir el tono de tus paredes. Que la aproximación al lugar se completa con buenas conversaciones y a través de fotos intimistas, naturales, alejadas de los cánones de las revistas de decoración tradicionales que priorizan la tendencia. Que si Omar y Nacho entraran a la casa del personaje en la historia de Miranda July, se fijarían en el saco rojo sobre el acolchado, los libros en su biblioteca y las tazas en el fregadero. 

La frase que pronuncia Marco Verlardi, editor en jefe de Apartamento, es fundacional:  “No mostramos casas ordenadas porque esas sólo existen en la imaginación de las madres”. 
En 2010, cuando Alegre y Sosa aún no habían cumplido los 30 años, Apartamento fue galardonada con el premio Yellow Pencil por la Designers and Art Directors Association (UK) como la mejor revista del 2009. A pesar de los malos pronósticos que insisten en la desaparición de la prensa gráfica y que apostar al papel es un suicidio, la revista Apartamento tiene una tirada de 36 mil ejemplares que se agota en unas semanas, es leída en más de 40 países y sus oficinas están dispersas por Barcelona, Milan y New York. 
La revista es una idea original de Alegre y de Sosa, a la cual se sumó rápidamente Verlardi para trabajar desde Italia. “Hoy en día somos un equipo de seis personas, pero sólo tres ocupan un sitio en el estudio cada día: Nacho, Marco y yo nos comunicamos más vía email que otra cosa”, explica Omar.
Nacho Alegre nació en 1981, estudió derecho en la Universidad de Barcelona y cuando se recibió de abogado cambió las leyes por la fotografía. Su viraje lo llevó a la  fotografía documental y también de moda y retratos: publicó sus fotos en las revistas Vogue, GQ, Pin-up y L’Express y trabajó para clientes como Hermès, Gucci y Philip Lim. 
Omar Sosa nació en 1983, y dedicó su carrera a la dirección de arte, la publicidad y el diseño gráfico. Inmediatamente después de terminar la facultad, Omar empezó a trabajar en el Albert Folch Studio: tenía miedo de quedar en el limbo del estudiante toda su vida. En Folch se desempeñó como director de arte para clientes nacionales e internacionales (Camper, Mango, Museo Marco de Vigo, ICEX, entre otros), diseñó infinidad de libros y lo que más disfrutó hacer  fue la revista Metal. Ya pasaron cuatro años desde que dejó el estudio para centrarse en hacer dirección de arte para sus propios clientes y en Apartamento. 

Omar es quien atiende el portero eléctrico en la oficina sobre la calle Córsega (a media cuadra de la Rambla de Catalunya), pero ésa no es su casa. El director de arte vive en un pequeño ático en el centro de Barcelona y que reformó ligeramente hace cuatro años. “Me queda muy cómodo para andar a cualquier lado y coger el autobús para el aeropuerto, lo cual es importante”, remarca. No es raro que sea una materia de suma importancia: Apartamento está inspirada en los viajes y cierto carácter nómada.
La chispa que dio vida a la revista de interiores más linda del mundo se prendió una tarde de 2008 en la que Nacho y Omar miraban fotos de fotógrafos que admiraban y de sus amigos viviendo fuera. De pronto se les despertó la misma curiosidad por las casas en las que vivían esos fotógrafos que admiraban y sus amigos; y las fotos les parecieron más reveladoras e interesantes que las que se podían encontrar en ese entonces en la mayoría de las revistas: los dos sintieron que tenían que hacer algo con todo ese material, ¿pero qué? Primero se les ocurrió un libro que después mutó en esta revista que, al igual que Omar a lo largo de su viaje, aprovecha la puerta entornada para asomarse a casas de amigos y conversar con ellos sobre su manera de vivirla. Esos amigos pueden ser tanto Michael Stipe de REM y la ceramista Lisa Larson, como el cineasta Mike Mills y el escultor argentino Juan Stoppani. “No hay ningún criterio establecido para elegir los hogares que vamos a visitar, simplemente nos tienen que gustar a nosotros y funcionar junto a los otros contenidos del número”, aclara Omar.

A la revista se la suele señalar como ‘post materialista’, ¿se sienten identificados con esa idea?
Omar: Fue una definición que nos puso nuestro amigo Nick Currie al principio de todo y la verdad es que nos parece que nos describe muy bien. Es una buena forma de decir que no enseñamos ni queremos decir a la gente lo que se tiene que poner o qué tiene que comprar para ser cool y tener una casa de revista.

La revista Apartamento confirma la idea de que un hogar está compuesto por las vivencias, los desórdenes y las reuniones que se suceden en la sala de estar. Lejos de la normalización que impone la tendencia decorativa, los hogares retratados por la revista  -un resultado de las personalidades de sus habitantes- reflejan individualidades tan dispares como distinto puede ser un ser humano de otro.
Entonces: si te dan sueño esas revistas de decoración plagadas de habitaciones con almohadones bordados con leyendas del tipo ‘Keep calm and carry on’ y la relación con el lugar donde vivís no tiene que ver con tener el parquet recién lustrado ni con la última adquisición en Morph, la revista Apartamento debería estar coronando tu mesita de café.  

Publicado en Dadá Mini #23- «El futuro ya llegó» - 2013

martes, 20 de agosto de 2013

Entrevista a Renata Schussheim

Renata Schussheim está en la mitad de todo: un pie en el teatro, otro en el rock, una mano en la ilustración, otra en la escultura. El dibujo es su columna vertebral; y sus ojos verdes y el pelo rojo eléctrico, una marca personal que la vuelven intensa y magnética. El talento, la disciplina y la originalidad de una artista referente para las próximas generaciones.


Un taxi frena en la puerta del edificio donde vive Renata Schussheim. Primero bajan sus dos perros schnauzer, Lacan y Zelda, y acto seguido aparece ella con su pelo rojo trenzado sobre la cabeza a modo de corona.  Renata es deslumbrante, lindísima, de una belleza felina. Es moderna, intensa y le sobra estilo. No le molesta que la asocien con Marta Minujín por eso de ser una de las artistas argentinas más conocidas y pertenecer a la misma generación, pero reconoce que no tienen nada que ver. Renata no quiere sonar a ‘vieja chota’ y ni aún esforzándose podría sonar a ninguna de las dos cosas.
Schussheim es una artista multidisciplinaria que se anima al diseño de vestuario, la escenografía de teatro, la ilustración, la escultura. Sin embargo, el dibujo sigue siendo su eje central. «Trabajo como una bestia, no tengo tiempo para una vida excéntrica», suele aclarar. Porque para ser artista no es suficiente el talento, tener buenos materiales y algunas ideas, ya lo dijo Pablo Picasso: 90% por ciento de sudor y lo demás de inspiración.

Confidencial, Travesía, Nave, Epifanía, Pajaritos en la Cabeza. Los títulos de las muestras de Renata Schussheim van de la mano con las etapas de su vida y las de su ánimo. En 2011 presentó en la galería Mundo Nuevo la última que se conoce hasta el momento: la llamó Estado de Gracia.  La muestra se repitió - aumentada, porque el lugar era más grande y Renata llevo más cosas - en el Museo de Bellas Artes de Tandil. 
- Estoy todavía con coletazos de una onda mística y humorística que empecé a curtir en Estado de Gracia.
La próxima podría ser entonces Estado de Risa.
- Sí, me sigue un poquito.

En Estado de Gracia hay bonetes, mujeres solitarias, perros con manos que se abrazan a humanos, algunos con sombreros, elegantes, las pieles pálidas, que devuelven la mirada. Mucho contraste: rojos, blancos, negros y rojos otra vez. La atmósfera es nocturna, dramática, teatral. Los personajes que aparecen en las obras son Toto Castiñeira (payaso del Cirque du Soleil), Facundo (sonidista), Gandhi (trabaja en un diario) y el actor Jean François Casanovas. Todos amigos de Renata que posaron para ella y que ella misma eligió. A algunos les sacó fotos y luego pintó encima de las copias, a otros los dibujó directamente. 
“¿Qué es un estado de gracia?”, le preguntaron para el diario Clarín. Renata contestó: “Lo sentí bastante cuando pintaba. Era la felicidad de sentir que hago lo que me gusta. Es iluminación, plenitud”.

Renata tarda bastante entre una muestra y otra porque le gusta hacer las cosas bien y no andar a las apuradas. Ahora se comprometió con la que era la mujer de Vinicius de Moraes para hacer una muestra en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta sobre el músico y poeta brasileño, su amigo y mentor, a quien conoció cuando le hizo la tapa de su libro ‘Para una muchacha con una flor’. Además está muy ocupada con su trabajo en el teatro. Hace poco estrenó Love, love, love de Mike Bartlett y le siguen Póstumos de José María Muscari en el Teatro San Martín, un ballet con Julio Bocca y Oscar Araíz en el Sodre y una ópera en el Teatro Colón. Casi todos simultáneamente.

¿Te tomás vacaciones?
- Estoy desesperada. Me cuesta muchísimo tomar vacaciones. Las veces que lo hice programé irme a lugares muy lejos, a Grecia o Marrakesh, pero el año pasado me tomé una semana - increíblemente- y me fui a Mar de las Pampas. Ahora no debería ir pero estoy maquinando, porque la verdad es que me maltrato a mí misma de una manera horrorosa. No puede ser que no me permita parar una semana, el mundo no se cae .
¿No creés que si uno trabaja de lo que le gusta nunca se toma vacaciones en realidad?
- Sí, por eso no sé si me puedo ir dos meses, pero sí una semana con libritos y playa y baño de limpieza del año... y silencio.

Su primera muestra individual fue en 1966 en la galería El Laberinto de la ciudad de Buenos Aires. Renata tenía 16 años y aquellos pequeños hombrecitos que caminaban por cuerpos desnudos y salían por las orejas y la boca resultaron escandalosos para la época, sobre todo considerando la corta edad de la artista. Tan escandaloso como el talento que demostró tener la precoz alumna de Carlos Alonso que empezaba a llamar la atención en el ambiente del arte porteño.
Dos años después, alentada por su amigo y coreógrafo Oscar Araíz, se ocupó del vestuario para la obra Romeo y Julieta con el Ballet del San Martín. A Renata le gustaba el teatro desde muy chica y no sabía cómo participar hasta que le apareció esta oportunidad y dijo que sí, sin importar su falta de experiencia. A partir de ahí , y de una manera absolutamente autodidacta, nació una profesión: diseñó vestuarios para ballet, obras teatrales, óperas, espectáculos infantiles, de todo. También se animó a pintar directamente sobre el cuerpo como pasó con Julio Bocca para la muestra Cuerpos pintados del fotógrafo chileno Robert Edwards. «Julio estaba bailando en el American Ballet Theatre y me llama Lino Patalano, su manager en ese momento, y me dice ‘¿No te irías una semana a Nueva York a pintarlo a Julio desnudo?’, ‘¡Pero! - le dije- ¡mirá qué programa!’», recuerda Renata. «Con Julio siempre tuvimos mucha conexión porque somos los dos muy acelerados y bastante impacientes. Yo sé el tiempo que él aguanta que le saquen fotos y lo pinté rapidísimo, el fotógrafo no lo podía creer porque normalmente tardaban muchísimo. Cuando llegué, él ya estaba en pelotas y le dije ‘agarrá el pincelito vos querido y pintate las bolas porque esto es mucho’».
Aparte debe ser difícil pintar bolas, tienen muchos pliegues.
- ¡Pero claro! ¡Cómo!
Siempre te gustó mucho el teatro, ¿nunca te planteaste ser actriz, por ejemplo?
- Nunca, cualquier cosa menos eso. Siempre pensé en algo backstage, no estar arriba. Hubo una experiencia medio psicodélica, no sé bien cuándo fue, en los ‘60, en un show de Carlitos Perciavalle con Ludovica Squirru, con gente de la calle, los hermanos Makaroff que me hizo subir al escenario y creo recordar que estuve ‘algo así’ arriba del escenario. ¿Qué? No me acuerdo, pero que estuve. Una época un poco desquiciante para acordarse.
¿Qué pasó? ¿Lo bloqueaste?
- No me acuerdo de nada. Aparte tomábamos muchísimas anfetaminas. Era una época tremenda, no sé quién estaba ahí en la pasarela, tengo poco recuerdo de lo que hacía. 
En las muestras, ¿no te sentís un poco actriz en el sentido de mostrarte?
- Sí, totalmente. Viste que se les llama ‘exposición’ y estás como un carnero degollado, para decir un ejemplo horroroso, porque en general es más gratificante. La gente te hace una devolución afectiva fuerte que eso es lo maravilloso de exponer, sino dónde está el chiste. Pero hay muchas claves o cosas personales que quedan claramente expuestas.
Un montón de gente mirando y suponiendo lo que quisiste decir.
- Creo que el día de la inauguración en realidad es como bastante frívolo también, para hacer sociales y encontrarse con amigos. Después no me quedo mucho ahí mirando, me da un poco de nervios, me escondo, me da vergüenza, me quedo como en otro lugar. No me gusta mirar cuando miran. Yo también hago ese juego en los cuadros que miran al que mira, pero a mí no me gusta ser testigo, no quiero estar. Es como mirar a alguien dormido o sacarle fotos a un muerto, me parece pudoroso. Siento que hay algo sagrado ahí que no me gusta. 

Cuando a Renata le interesa mucho alguien se le dice de frente, en la cara. Así: ‘Hola, quiero ser tu amiga’. Durante su adolescencia le gustaba pasearse por la calle Florida, por la zona de los teatros en Corrientes y frecuentar lugares como el Gotán a donde se rateaba de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón para ir a escuchar tango. En una Buenos Aires a donde Borges tomaba café en el hotel Dorá de la calle Maipú y a pocas cuadras en el Bar Moderno se reunían los beatniks, Renata salía a la búsqueda de escritores, músicos, gente del teatro y otros ‘seres que estaba comprobado que tenían talento’ para poder intercambiar ideas o una buena charla. Así fue como se hizo amiga de Charly García, Luis Alberto Spinetta, Rogelio Polesello, y conoció a Víctor Laplace con quien se casó y tuvo a su hijo Damián. 
«Hoy no veo a nadie que me enganche. Ni en el rock, ni fuera de él, es muy raro que vea a alguien con quien tenga ganas de conectar», explica sobre la escena actual. «Me encantaría poder sentirlo, pero no me está pasando».
Quizás será porque ya conociste a gente muy interesante y no es fácil conocer a gente más interesante aún. 
- Sí, es así. Es difícil. Tampoco yo estoy en ese punto, ahí eran como maestros en muchas disciplinas y pares en otras. Ahora es raro, estoy en otra generación, ahora es al revés. También encontrar pares ahora... mmm, ya es difícil.

Renata tiene una teoría curiosa sobre el amor. Ella considera que el amor distrae a las personas de sus objetivos y promueve la inacción artística frente al consumo de líbido que implica la tarea de conocer al otro y la entrega a sus encantos. Sin embargo, cuando Lorito apareció en su ventana y se trepó a su cabeza, ella lo tomó como una señal y ahí empezó otro tipo de idilio amoroso: un amor inhumano que es el que le prodiga a sus animalitos a quienes se niega a rebajar al mote de ‘mascotas’. Lacan, Zelda, Capote y Lorito son mucho más que eso.
A pesar de que Renata es celosa de sus procesos y le gusta trabajar en silencio para no distraerse, a veces - entre pincelada y trazo- canta a coro con Lorito y Capote, los mismos que a la mañana la saludan con un ‘Buenos días’, le sueltan varios ‘Renatita te quiero’ a lo largo de la jornada y se despiden con un ‘Adiós’ cuando deja el taller. «Ellos solo repiten, no pregunta nada», aclara. Un amor inhumano que no cuestiona y que no la distrae, sino que la potencia y la llena de felicidad. Renata Schussheim es la reina de los pajaritos. 

¿Te sentís reconocida en la calle?
- Más en la calle que en lo netamente artístico o en la prensa. El pie en el teatro me da una aproximación que solo la plástica no la daría porque es bastante más elitista y cerrada.  Me gusta que en la calle venga de pronto una señora con la nena y me diga ‘yo te sigo, me gusta lo que hacés, si veo un espectáculo que tiene tu nombre voy a verlo y si hay una exposición, voy’. Mucha gente que normalmente no va a una galería o no va a un museo y me parece que es lo más interesante básicamente.
¿Sentís ahí que hay un objetivo cumplido?
- Sí, claro. Viene gente que no sabe y me pregunta incluso cuánto cuesta la entrada y le digo ‘Nada, es gratuita la entrada en una galería’. Eso me parece realmente válido y no el pipipí, el rucucú y quedarse solamente con lo de los premios, la opinión del crítico tal con el curador tal. No.

La iconografía de Renata Schussheim se inspira, en gran parte, en sus sueños. Cuando la idea le aparece en la cabeza y hasta que llega al papel queda almacenada y sale en cualquier momento, ni ella se acuerda a veces de los sueños: es raro que se levante de la cama de un salto y lo concrete.
«Cada tanto anoto algunas ideas en la agenda, generalmente cuando hago un viaje largo de avión aparecen, cuando desenchufo un poquito. Por ahí las hago al año, a los quince años, por ahí no las hago nunca. No hay una metodología».

¿Seguís trabajando con fotos intervenidas?
- No, ahora paré con eso. Estuve haciendo toda otra cosa que tiene más que ver con los sueños, pero con pequeñas miniaturas, unas cajitas que tenía en Estado de Gracia. Seguí con una onda ya no tan religiosa, sino más animalesca perversa. ¿Viste las figuritas de esos animales con brillantes que son como humanizados? ¿Viste el osito que está vestido, el perrito...? Empecé a trabajar con ese mundo que es bastante particular, las maquetitas y las playas, todo con dimensiones muy...
Necesitás vacaciones.
- Sí, sí, estoy necesitando playa.

Foto de Dina Cantoni
Publicado en Dadá Mini #22- «Una vez al año no hace daño» - 2012

Entrevista a Snask

La palabra ‘snask’ en sueco significa caramelo, chisme o basura. En la agencia Snask, significa libertad para expresarse, profesionalidad y ambición para ofrecer la mayor calidad posible en cuanto a diseño, branding y producción audiovisual; significa divertirse y trabajar en el mejor lugar de su propio planeta. 


Cuando Magnus Berg y Fredrik Öst terminaron el secundario en Estocolmo, se mudaron a Carlisle creyendo que la capital de Cumbria (Inglaterra) era garantía de diversión estudiantil. Nada más lejos: se aburrieron como hongos, sin embargo estaban en el lugar indicado. Vivir en un lugar de mierda fue una gran motivación para empezar a crear, innovar, agitar y molestar. 
Luego de ensayar numerosas estrategias para intentar divertirse en Carlisle - fueron DJs, organizaron fiestas interminables, fabricaron un muñeco parlante que asustó a sus profesores - decidieron subirse a un vuelo low cost y volver a Suecia. 
Lo primero que hicieron fue buscar un espacio para fundar lo que sería su estudio y armar un equipo de trabajo entre gente talentosa que estuviera mejor calificada que ellos y con muchas ganas de pasarla bien. Snask comenzó a tomar forma como agencia de branding y diseño entre 2007 y 2009, inspirados en la frase del escritor y dramaturgo sueco August Strindberg: “Tratando de alcanzar lo imposible, uno debería alcanzar el grado más alto de lo posible”. Y en eso de estar cada vez más arriba y la idea de que ‘decir que sí es más divertido’, la agencia además se animó a expandir sus servicios y crear ‘Snask Film’. Dicen: «Uno de los estudios de cine más grandes del mundo», quizás otra de sus ‘mentiras rosas’. En Make Enemies & Gain Fans -su libro (también escribieron un libro)- explican por qué mentir también puede ser divertido y productivo:  «Rara vez usamos las mentiras blancas porque no son graciosas ni interesantes, así que decidimos crear las rosas. Las mentiras rosas son alteraciones de la verdad que dan impulso a uno mismo, a otros o a una organización».

¿Una mentira rosa para Dadá Mini?
- Le dicen a todos los que conocen: ‘Mañana vayan a la plaza San Martín y habrá muchísima gente de pie mirando como idiotas’. Al otro día muchos amigos van a ir, se van a mirar entre ellos y se van a reir. Una mentira rosa perfecta. 

Además de Magnus y Freddie (director de diseño y creatividad, respectivamente), hoy el equipo de Snask está conformado por Erik Kockum (ejecutivo de cuentas y propietario) y los diseñadores estrella: Magdalena Czarnecki, Jens Nilsson y Richard Gray. También cuentan con fotógrafos, directores, animadores, ilustradores, escritores y otros más que no son puestos fijos, pero que participan en la mayoría de sus proyectos.
Una de las políticas dentro de la agencia es que a los clientes se les habla como si fueran familia, amigos o mascotas y entre esos interlocutores están Hewlett Packard, H&M, Goethe Institut, Tetra Pak y L'Oreal. Lo de las mascotas es discutible, ellos insisten en que son gente de perros y gatos y no tiene nada de malo tratar a los clientes como tales siendo que ellos los aman.
Magnus y Freddie insisten en que no solo hay que producir trabajos decentes y correctos sino que hay que mantener el toque mágico, lo que te hace ser una agencia diferente y que los clientes te busquen a vos. «Cuando algo se vuelve aburrido y poco inspirador, rápidamente uno empieza a ser malo en lo que hace. No queremos ser unos diseñadores promedio, estándar y tibios», afirman. «Tener pasión por tu trabajo te vuelve exitoso, un éxito que implica tener mucho tiempo para estar con los que querés aún haciendo lo que sea que hagas».

¿Y cómo te das cuenta que tu trabajo es el peor del mundo?
- 1) Tus compañeros son horribles, no sonríen ni dicen ‘hola’. Nunca compran cerveza y no se abren al resto.  2) Hay muchas jerarquías. Todos tratan de trepar una escalera que conduce al piso superior que incluye lamida de culo y patadas de botas.  3) No compartís tus ideas con otros por miedo a que te las roben. 4) Nunca te cuestionás por qué trabajás ahí o qué tipo de trabajo hacés.  5) Hacés cosas que podrían hacerse de una manera más efectiva o no deberían hacerse directamente. Locura burocrática.

¿Qué se puede hacer cuando te encontrás dándole vuelta a una idea? 
Hablar y hablar y no irse a casa hasta que no se resuelva qué hacer. La inspiración viene del mundo donde vivimos y del cual somos parte: noticias, películas, música, arte, amigos, amor.

Su peor pesadilla es convertirse en una agencia sin alma que vea a la gente como nicho y no como personas. Es por eso que el criterio para elegir a un pasante pasa por un portfolio increíble que les demuestre que es talentoso y una carta de presentación graciosa y personal que les demuestre que es genial: «Una persona talentosa y genial es lo que buscamos». 

¿Cuál fue el proyecto más desafiante que encararon?
Los títulos principales para el OFFF de Barcelona (The Main Titles). Queríamos hacer una película ‘mala’ inspirada en una ‘mala’ edición de las películas de guerra nigerianas. Fue muy difícil saber si la versión final sería ‘mala’ o mala. Afortunadamente se convirtió en lo primero. 
¿Y cuál fue el que tuvo la mejor anécdota? 
Probablemente cuando Magnus casi se caga en sus pantalones arriba del escenario en Barcelona frente a 500 personas. 

Casi se caga literalmente. La noche anterior a una presentación Magnus se dio una panzada de mariscos y tragos varios y estaba muy descompuesto al momento de subir a hablar. La venía piloteando hasta que en un momento saltó sobre el escenario y el resto de la charla se la pasó incómodo sintiendo que se había cagado encima. Por suerte, sus esfínteres se controlaron esa tarde y no pasó a mayores. Si uno de los consejos de Snask en su libro es ‘Meate encima, te hará más libre’, el traspié de Magnus no está tan lejos del ideal que proponen cuando sostienen: «No te tomes tan en serio, hacete pis encima mentalmente. Cuando sos chico te enseñan que cuando te pincha una ortiga tenés que mearte  la quemadura. El pis limpia la herida y alivia el dolor». 

¿Cómo sería una nave espacial construida en Snask? 
Sería rosa, con forma de corazón y orejas de oso. Viajaría por la ultra galaxia de Snask donde todos son bienvenidos siempre y cuando se porten bien. Portarse bien significa no comer pizza congelada todo el tiempo (¡atención noruegos!), decirle a la gente que la amás, usar tu dinero y ponerse ese vestido hoy y no mañana. Pensar en cada catástrofe de tu vida como si no importara como ‘esto dentro de cinco años no va a importar’.
¿Una versión nórdica de Disney?
No tendría a Disney adentro. Sería un parque temático lleno de malos entendidos. El tour romántico se convertiría en el medio del trayecto en una casa del terror. El paseo de los niños, después de cien metros, se volvería la montaña rusa más salvaje del mundo. Tendría un molino donde los viejos gruñones optarían por ser felices y sonreir o simplemente por acostarse y triturarse hasta volverse polvo de estrellas.
¿Un dibujo animado hecho por ustedes? 
Un mix entre manga porno y gummy bears todo situado en un esquema de colores pastel. 
¿Cuán lejos irá Snask?
Lo más lejos que podamos. No nos aburguesamos o descansamos hasta que no hacemos todo lo que podemos. 
¿Cuáles son sus expectativas para este año?
Que todos en Snask se corten el pelo y cojan mucho.



Publicado en Dadá Mini #22- «Una vez al año no hace daño» - 2012

Entrevista a Sol Linero

Después de dos años en Miami trabajando para MTV, Sol Linero sintió la imperiosa necesidad de volcarse al freelance y elegir hacer lo que más le gusta y lo que mejor le sale: ilustrar y animar de puta madre.

En la casa de Sol Linero se confunden sus ilustraciones retro, algo naïf y cincuentosas con los juguetes de su hijo Ulises, que mira los dibujitos mientras su perro Poncho lo vigila atentamente. Sol vivió un tiempo en Miami cuando trabajaba para MTV y hace cinco años, cuando volvió a Buenos Aires, se trajo un montón de experiencia y hasta un novio mexicano, Jogu, también diseñador. 
«Hago lo que me sale», explica Sol Linero y esa autenticidad se traduce en el espíritu de sus ilustraciones, animaciones, diseños y hasta en la decoración de la casa donde vive y trabaja. Su espontaneidad y talento están tan bien combinados que todo ‘lo que le sale’, le sale bien. 
A los 24 años, cuando egresó de la carrera de diseño gráfico en la Universidad de Buenos Aires, Sol empezó a trabajar a Steinbranding después de un ‘sí, yo sé animar’, a pesar de que su reel eran sólo tres trabajos pedorros que había hecho en la facultad. «En Stein buscan gente re junior para pagarle dos mangos, yo entré así: trabajando 8 horas por día, ganando 600 pesos, mientras pagaba un alquiler de 500», cuenta Sol. «De todos modos, no tengo nada que reprocharles, el 50% de lo que sé de animación lo aprendí ahí». Después de un poco más de dos años en Steinbranding, triplicó su sueldo, aprendió lo que necesitaba y siguió su camino. Llegó a MTV en 2005 a través de su amiga - y ahora coequiper - Juliana Pedemonte (fundadora del estudio Colorblok) que cuando estaba dejando su pasantía se le ocurrió recomendar a Sol, su ex compañera de la facultad. Un mes después ya le habían tramitado la visa, dejó todo y se fue a Miami. «Ni bien llegué se fueron todos a Playa del Carmen a los premios MTV y a mi me dijeron ‘vos quedate, encargate de lo que hay que hacer acá’. Los premios se suspendieron por el huracán Wilma así que me pusieron a hacer las gráficas para avisar que no se hacía nada». El primer año fue un poco difícil, pero a los pocos meses Sol ya se había hecho amiga de toda la oficina. 

En Steinbranding aprendiste a animar, ¿y en MTV qué aprendiste? 
- Aprendí más que todo los manejos de un canal. Me encargaba de la animación y el diseño de las promos, el packaging de los programas, los premios MTV Latinoamérica y el light switch que es como llaman al cambio de imagen del canal que se hace cada dos años... Era como una utopía: hacías lo que querías, nadie te controlaba, entrabas a las 12, salías a las 9 de la noche, era cualquiera. Allá en Miami era así, cuando se mudaron a Buenos Aires fue todo lo contrario, por eso no me gustó y me fui. 

En 2007, MTV decidió traer el departamento creativo a Buenos Aires, abrieron una oficina grande por Palermo y contrataron un montón de gente. «Mi idea siempre fue ir un tiempo a Miami y volver, y de pronto todo se dio muy fácil como para hacerlo. Me ofrecieron un mejor puesto acá, me mudaban las cosas y era venirme para acá o quedarme allá sin trabajo y ver qué salía. Nos decidimos y vinimos con Jogu, hacía un año ya que estábamos juntos». Pero el entusiasmo le duró poco y al tiempo Sol tomó otra decisión más: «Más vale tarde que nunca fue, en mi caso, largarse a trabajar freelance. En algún punto había pensado hacer carrera dentro de MTV y llegar a un puesto alto, pero después me di cuenta de toda la burocracia de empresa y dije ‘ni loca’».
Lo primero que hizo Sol fue diseñar su página web para mostrar lo que hizo y ahí se encontró con que tenía que plantearse que quería hacer de ahora en más. ¿Ser un gran estudio? ¿Hacer lo que le pidan? ¿Hacer lo que le gusta, ser ella misma y crear un estilo? ¿Cuál fue su respuesta? Ser auténtica y hacer lo que le sale, claro. «Mi conclusión fue ‘Si pongo mierda en mi página, me van a llamar para hacer mierda’ asi que empecé a hacer por hacer. Ofrecí mis ilustraciones por Etsy, la tienda online, y por Etsy me contactó una galería online. Luego a través de Flickr, me escribió Mariana, una chica que vive en Los Angeles, y me ofreció hacer una animación sobre la adopción de chicos huérfanos. ‘Each campaign’ fue el primer trabajo freelance que me encargaron y hasta el día de hoy me encanta. Comencé a hacer cosas que me gustaban a mí y no para un cliente, y al empezar a poner más cosas en mi página y que esos trabajos rotaran por la web, me llegaron propuestas de trabajo de todos lados. La mayoría de los trabajos me fueron llegando, muy pocos los busqué yo. El primer año mis dos clientes fuertes fueron Mariano y Mariana». 
Mariano había trabajado con Sol en MTV para un programa que se llama ‘Agentes de Cambio’. «De todo lo que hice en MTV era lo que más me gustaba y lo más parecido a mi estilo actual. Mariano jamás me corrigió nada de diseño porque viene de edición, de producción y esas fueron las primeras animaciones lindas con mi estilo que puse en mi página». 
Ahora Sol todavía trabaja para el canal, pero desde su casa y también para Nickelodeon, Unicef, el Banco Interamericano de Desarrollo, Vh1, Take Part, Pottery Barn, The Boston Globe; y en Argentina con Monoblock, la marca Ver, la revista Descorches, el canal Utilísima, entre otros. «A principios del 2011 empecé a tener trabajo constante y hasta ahora - toco todas las maderas del mundo - no ha parado. No pasé más de tres semanas sin que me llegara un mail de trabajo, estoy re contenta».

¿Cómo te imaginabas el freelance? ¿Más libertad? 
- Más que todo lo pensaba como la manera de atraer los trabajos que me gusta hacer.

¿Qué es lo que más disfrutás hacer?
- Ilustración. Ya estoy re podrida de animar. Está bueno pero te lleva mucho tiempo. Cuando definí mi estilo retro, sencillo, geométrico, quise tener una coherencia entre animación y diseño. 

Es difícil creerle cuando dice que no sabe ilustrar en papel y que es ‘un queso’ dibujando. «Pero mal, eh», aclara. Por esa limitación, Sol optó por adaptarse a lo que sabe y esa es una de las razones por las cuales su estilo es tan simple y geométrico. «Como no sé dibujar, las proporciones no me salen bien y las perspectivas tampoco, me salía todo sintético, las formas simples. Además, siempre fui fan de lo retro y sobre todo de la época de los ‘50 asi que sumado eso y mi poca capacidad para dibujar, me llevaron un poco a lo que hago ahora. Después con Juli empezamos a hacer ilustraciones como serigrafías y, como cada tinta es una capa y no se trabaja con más de 4 ó 5 colores, eso me ayudó a trabajar con una paleta más limitada».

¿Cómo hacés para saber cuándo está terminada una ilustración? 
- Creo que eso es práctica. Antes podía estar una semana con una ilustración y la daba vueltas y vueltas hasta que decía ‘me cansé, no la toco más’. Ahora tengo más cancha, más seguridad, tengo mi estilo más definido. Ya sé que esta combinación de colores me gustó y no la cambio más, armo más o menos un layout, lo ajusto un poco y queda. Además te apura el poco tiempo. Es tener el ojo entrenado y hacerlo más rápido y saber más o menos que de tal forma las cosas quedan bien. 


Foto Catalina Bartolomé
Publicado en Dadá Mini #21- «Más vale tarde que nunca» - 2012

Entrevista a Nekro

El cantante de Boom Boom Kid hoy prefiere llamarse Nekro como cuando lideraba Fun People, la banda punk rock más sonriente que conoció esta tierra. 


Nekro pide un café y un helado de chocolate. No le importa que uno corra el riesgo de enfriarse mientras que el otro acabe por derretirse, así como tampoco le importa si hay paro de subtes y la gente anda como loca trepándose a los bondis que le tiran el humo del escape en la cara cuando maneja su Vespa. Nekro aprendió a mantener su espíritu con humor aún viviendo en una ciudad tan exigente como Buenos Aires. La estrategia consiste en equilibrar y si, por ejemplo, tiene que ir a pagar un impuesto al centro, después pasa por una disquería a ver fanzines, un disco o se encuentra con un amigo. 
Para el cantante de Boom Boom Kid, la música no es un trabajo, sino una terapia para curarse a sí mismo: una “gritoterapia”. A principios de los ‘90, antes de ser conocido como el  líder de Fun People y el chico de rastas rubias que hacía mosh sobre su público en una tabla de surf, Nekro sí tuvo empleos más comunes y se las arregló para que también tuvieran su dosis terapéutica. En una época repartió volantes en la esquina de Callao y Corrientes para el Centro Editor de América Latina que fundó Boris Spivacow al cual todavía admira y recuerda: «Me gustó trabajar para Boris porque podía ir vestido como quería y, si tocaba los viernes y caía roto, los sábados a la mañana me dejaba faltar». Al tiempo, cuando limpió oficinas para una empresa de químicos, atesoraba las fichas que le daban para la máquina del café. Luego su viejo lo empleó repartiendo las boletas de gas por la zona de Campana y Escobar y la única condición fue: «OK, pero lo hago en la tabla de skate». Gas del Estado le pagaba el pasaje para ciudades por ahí cerca y si era verano, se bañaba en el arroyo, iba a una compra-venta de libros y discos, conseguía lugares para tocar y se hacía amigos. «Siempre me las rebusqué para pasarla bien y me divertí bastante. La vida es un juego bonito y hay que ponerle color». 

Hoy Nekro disfruta de pasear por los cementerios y la última vez que estuvo en la Recoleta fue a la tumba de Oliverio Girondo y dibujó con crayones unas flores en la fachada. Su madre le contó que tiene un pariente de apellido Espósito que construía panteones y está convencido de que de ahí viene su afición por el art nouveau, decó y toda la estética de la época. «Hay una tumba a  la que voy en la Chacarita que tiene un vitreaux como un cielo y a la tarde le da una claridad muy copada. A veces cerramos negocios de shows ahí mismo», cuenta. «No estoy de acuerdo con que los cementerios sigan existiendo, pero ya están hechos y es un lugar donde hay paz total. Además, en la Chacarita hay buenas pizzerías». 
La afición por los cementerios explica en parte el porqué del sobrenombre Nekro, tomado de una canción de Slayer: Necrophiliac. Al por entonces Carlos Damián Rodríguez le gustaba porque cuando tocaban ese tema en vivo lo presentaban como una serenata de amor a alguien enterrado a cuatro metros bajo tierra. Con ese nombre se lo conoció cuando lideraba Fun People hasta que, a principios del 2000, decidió matar a Nekro en un recital de Cemento y le adjudicó el asesinato a un tal Boom Boom Kid.  Miss Muerte y Boom Vän Kinder son otros alter egos e Il Carlo es el que canta boleros y canciones románticas.

¿Se cierran las etapas o las vas alimentando?
- Vivimos y nacemos todo el tiempo. Ahora me volví a llamar Nekro porque estoy despegando del solista para estar en plan trío o cuarteto y firmo los discos como Nekro, el cantante de BBK. Además no se me ocurrió otro nombre... Los pibes me dicen El Duke, pero no voy a ser “el Duke de Boom Boom Kid”.

En mayo presentó el Libro Absurdo en un 'japening' con BBK donde prometió regalar el disco nuevo con un manifiesto personal. El público se llevó tamaña sorpresa cuando se encontró con que, entre las tapas negras de un cuadernillo sobrio como un libro contable, las páginas estaban en blanco y una nota escrita a mano aclaraba: Sí... hojas en blanco y el absurdo no es esto, el absurdo es que hayas esperado instrucciones a seguir por parte de mí. ¿Tan engreído y me quisiste aún así?
«Fue divertido hacer un show diferente. Afuera había amigos míos filmando la reacción de la gente y algunos nada, otros muy enojados, otros sorprendidos en la buena manera», cuenta Nekro. «Lo raro es que vinieron más de dos mil personas a verlo y algunos esperaban un libro en el que yo diera instrucciones para que la vida en Capital fuera más suave. Nuestro punto de vista era ver qué extraños somos los seres humanos, cómo nos dejamos manejar por los que tienen micrófonos. Es preocupante y peligroso cómo se reproduce el cuento del flautista de Hamelin».

De alguna forma vos también asumís una responsabilidad porque tenés un micrófono y largás consignas, incluso desde los fanzines. El otro lo toma si quiere, pero ¿cómo manejás el hecho de que la gente te siga?
- Publicamos un Libro Absurdo y nos sacamos un montón de cosas de la espalda. Somos lo que somos y no venimos a bajar línea a nadie. Vos decís que mis canciones están cargadas de un montón de cosas, pero no son tus cosas: son mías.
Para muchos, Fun People era una representación de lo que pasaba entre los adolescentes en los ‘90-2000, a la vez que una fuente de inspiración porque escuchándote, se animaban a tener su banda, hacer sus fanzines, expresarse de la manera que mejor les saliera, sabiendo que vos hacías algo que cualquier otro podía hacer. Como un trampolín para salirse del mundo de los adultos.
- Eso me copa. Lo que hacemos es algo que cualquiera podría hacer. Lo nuestro era: “si te gustó, ahora empezá lo tuyo y filtrá información, no te la fumés así como te la dan”. Yo no uso nada de los animales para vestirme, vivir o comer y me encantaría que nadie matara más animales. Hago temas en los que cuento lo bueno que es comer vegetales, pero no puedo cargar con ese karma, está todo bien si no lo querés hacer.

La repulsión a la carne animal le surgió naturalmente cuando de chico fue obligado a comerse una gallina con la que había estado jugando en el patio de su casa. «Mi abuela estaba haciendo empanadas de pollo caseras y a mí me gustaban mucho. En un momento me doy cuenta de que la gallina había desaparecido y me dicen bueno, la matamos e hicimos las empanadas. ¡Me estaba comiendo a mi mejor amiga! Fue un shock total, me fui a vomitar, una histeria bárbara y desde ahí me rehusé a comer carne y mis padres me dejaron ser un poco».
La organización ambientalista Greenpeace se instaló en Buenos Aires en 1987 y Nekro fue hasta sus oficinas en Chacarita a presentarse: «Yo soy un activista, les dije. Me miraron raro y me contestaron: Ah bueno, tenés que mandar cartas acá. Yo no quería repartir panfletos, quería hacer un grupo de choque». De vuelta en Campana y junto a unos amigos, también vegetarianos, se organizaron bajo el nombre Green Violence, a modo de reacción. Pusieron pegamento en las cerraduras de las peleterías y en las tiendas donde vendían armas, y juntaron caca y pis en un tacho para tirársela en la puerta. «Fue una conmoción en el pueblo, estábamos en todos los diarios. Ahora lo sigo haciendo como un acto más individual, dejo carteles y explico por qué», cuenta. Las acciones de Green Violence se documentaban en un fanzine que, para mantener el anonimato en Campana, copiaban en un mimeógrafo de su mamá que era maestra rural. «El proceso se hace con gelatina y muchas son de hueso de pescado asi que estoy viendo de reemplazarla con agar agar, aunque mi mamá dice que se cortajea», explica.

***

En los ‘80, en Argentina no se conseguían discos de hardcore y trash metal y la única alternativa era comprar los cassettes grabados en alguna disquería de Capital o que alguien los trajera de afuera. Cuando Nekro escuchó Metallica en “Cuero Pesado”, el programa que conducía Daniel Aguilar por Radio Continental, se fascinó con la banda y salió a buscar esos cassettes grabados. Volvió a su casa con uno de Dead Kennedys, otro de Slayer y un fanzine que se llamaba Metalica (con una sola L). «Ese día, con un amigo agarramos fósforos y la benzina que usaba mi papá para hacer los planos para los gasistas y prendimos fuego la cartelera de corcho de la iglesia», recuerda. «Después entendí que había una movida de black metal, de chicos que escuchaban mensajes satanistas y hacían estas quemas, ¡pero nosotros ni siquiera entendíamos inglés! Creíamos que la iglesia era un error y había que destruirla, como una tarjeta del TEG que en un momento usé de pin y dice: “Destruir al ejército blanco de ser imposible destruir al jugador de la derecha”. Ese fue mi primer acto punk».

Luego vino el primer fanzine que fue Bestia Infernal del Vómito Negro y tenía una entrevista a Osvaldo Civile de Horcas en el debut en San Martín. Después editó (y estos son sólo algunos) Cerveza Insana, Ornitorrinco, Lo pior de lo pior, Vespa y Fun People, quizás el fanzine más célebre por haberle prestado el nombre a la banda. «Antes nos llamábamos Anesthesia, por un tema de Cliff Burton, pero el nombre estaba registrado así que tuvimos que cambiarlo por Fun People que era el fanzine», explica Nekro. «El primer disco estaba lanzado, la tapa la había hecho Miguel Mortola, el nieto de Oesterheld, que lo conocí andando en skate, intercambiando cassettes. Concentrábamos mucho en la casa donde vivió su abuelo y había un cuadro que yo siempre dije: si un día hago un disco, quiero que tenga esa tapa. Y así fue».
El año pasado BBKid publicó Mi Pequeñia Colección de Funzinez que compila material de 1997 a 2010 y empieza con un texto de Patricia P. contando el accionar de Nekro como un hiperactivo funzineroso: “Más por necesidad personal que por militancia periodística, el fanzine se le presenta naturalmente como uno de sus métodos favoritos de expresión”. A Nekro hoy no le sienta bien la palabra “militancia” y aclara: «Todo lo que tenga “mili” adelante me suena a milico y no quiero tener nada que ver con eso». P. es parte de Resistencia Zine y la organizadora de la feria del libro punk que se presentó por primera vez en junio en Salón Pueyrredón, a propósito del aniversario de la muerte de Ricky Espinosa, y para la cual Nekro pensó en pedirle a su madre que fuera a enseñarles a los punks cómo hacer copias caseras con el mimeógrafo, pero el plan se frustró porque al final ella no se animó. 
A Nekro le gusta lo artesanal y ocuparse él mismo del circuito, pero escapa de su registro si su estilo es indie o do it yourself  y aclara: «El “ser independiente” ya es un cliché. Si mañana me gusta un sello discográfico y quiero darles mi material, lo voy a hacer. Lo importante es que yo sea feliz y esté bien con lo que estoy haciendo, no estoy preso de nada». Es un buscador de oxígeno que cuando siente que se ahoga, voltea paredes: escribe, canta, llora, pinta con aerosol, diseña una patineta (el último prototipo se llama Pithecantropus Erectus, como la canción de Charles Mingus) y, si lo que necesita es escapar, sale a la ruta. Él es quien mueve la pelota para hacer giras y con la misma libertad las cancela, tal como pasó con la de septiembre por Europa: «Darío, el bajista, no podía ir y yo quiero estar con mis amigos, no quiero otro músico. No le estoy jodiendo la vida a nadie porque no pasa nada si no se hace. Vamos a Alemania y tocamos en el garage de 'Pancho Strasbourg', casi que no teníamos fechas programadas».
Sus shows siguen siendo un caos estupendo. Nekro reconoce que tuvo que ponerle hardcore-gay-antifascista a Fun People porque en la escena punk había mucho machista con esvásticas y ningún travesti ni gay cantando en un show. Pero en realidad no le interesan las etiquetas, ni los relatos que deforman y estandarizan: «La Biblia no es un buen cuento para los niños. Agarramos un best seller cualquiera, se destruye y queda eso».

Ahora imaginate que estamos en Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Se quemaron todos los libros y a vos te tocó memorizar El Principito, ¿cómo lo contarías?
- Mezclaría un poco lo que fue Vuelo Nocturno, el libro anterior de Exupery, y empezaría así: estoy volando por el aire, miro las estrellas. De repente una brilla más que otra. No sé si tengo mucha gasolina, pero voy como Ícaro hasta un lugar desde donde me caigo, estoy cayendo, y caigo en un asteroide. No caigo sobre la tierra, sobre la Patagonia Argentina cargando cartas y diarios. Caigo sobre el asteroide... creo, capaz que estoy en la  Argentina, esto es un desierto... ¿Viste que también lo deformás?


Publicado en Dadá Mini #20- «Yerba mala nunca muere» - 2012

Entrevista a Ganz Toll

Ganz Toll en alemán es algo así como “todo piola”. Un well done irónico con que se felicitan Pablo Colabella y Santiago Fernández, el dúo de diseñadores que prefiere no definirse como estudio y que se divierte generando preguntas y múltiples significados a partir de su nombre. 


Desde la ventana del octavo piso donde trabajan los Ganz Toll puede verse una mini playboy mansion en versión porteña con una pileta de plástico celeste, un deck, reposeras blancas y el pasto verde. Un poco más allá, la imponente brutalidad de la Biblioteca Nacional, las grúas del puerto y, cuando está despejado, se asoma un pedacito de Uruguay.
Pablo Colabella y Santiago Fernández se conocieron en el bondi yendo y viniendo de la facultad. Cursaban juntos la carrera de diseño gráfico y el bondi era el único momento que tenían para hablar antes de perderse entre los miles de estudiantes que pululan por la UBA. Ahora Pablo vive en Colegiales, Santiago en Belgrano y hace cuatro años que se juntan en Barrio Norte para cocinar ideas, dibujos, pelucas, campañas para marcas, contenidos propios y experimentos con materiales.

Cuando empezaron a trabajar juntos algunos les preguntaban ¿cómo hacen? ¿trabajan en la misma computadora? — “Diseñamos a upa”, era la respuesta. De un chiste interno, nació el lema de los Ganz Toll, como casi todas las ideas que surgen de estos dos amigos de 27 y 26 años que se animan a afirmar: «Estamos pensando en casarnos para compartir la obra social».
Los Ganz Toll no se definen en el mundo del diseño, ni en el del arte y no hacen las cosas para ganar más “me gusta” en Facebook. Trabajan en conjunto con la abuela de Pablo en un tejido, con el hermano de Santiago - el artista Cotelito - para hacer una máscara de cartulina y con las rejillas de la calle para improvisar un tablero de ajedrez desobedeciendo al tipo de Edenor que les advertía que iban a electrocutarse. “Yo quiero que la señora de acá vaya al supermercado con una bolsa mía, que no sea tan sectario. Esa repercusión es más divertida y funcional a la causa a que nos vean sólo los amigos y la gente que estudia diseño”, explica Pablo.

Efectividad del mensaje, sentido del humor, moda, estética y viabilidad comercial, ¿cómo ordenan los cinco componentes en orden de importancia al momento de encarar un trabajo?
Pablo — Siempre se plantea la efectividad del mensaje para el otro y para nosotros. Muy cerca está el sentido del humor y después la guita. La moda va último.
Santiago — La estética y el humor están bastante cerca. Por ahí tiramos la idea y después hacemos una estética que no nos convence y la sacamos. Siempre tiene que tener una gráfica que la acompañe, que esté buena visualmente más allá del chiste.
P — Nuestro valor agregado no es la técnica en sí. Muchas veces nos llaman por la idea que les podemos dar, aparte de la resolución. Tiramos la piedra y algo sucede.
¿Cómo se dividen el trabajo?
P: — No hay un límite. Hacemos un “chancho va” y vamos probando a ver qué pasa. 
¿Cómo se manejan con los pedidos de los clientes? ¿Se limitan a las herramientas que manejan?
P: — Depende, es un término medio. Tratamos de ir para un lado A que es el que pide el cliente y un lado B que es lo que hacemos nosotros. No podemos decir “mirá, sólo hago tipografía o tal cosa” porque nos aburrimos. Si nos proponen algo que no nos gusta tratamos de evadirlo diciendo que ahora no podemos porque estamos con otras cosas.

Los Ganz Toll calculan un promedio de trece trabajos al año: uno por cada mes y “uno para el mundo”. Lo hicieron con Descartable, Tala indiscriminada y cuando recortaron en cartón las letras que componen Igualdad y las dejaron en distintos lugares de la ciudad a ver cómo reaccionaba la gente. Algunos se las llevaron, otros las desordenaron y otros siguieron de largo. «Para este año hay algunas ideas. Hay una muy polémica que es agarrar plata, dársela a alguien y contar la crónica: donarlo a algo que sirva», adelanta Pablo. «Hicimos un trabajo para el gobierno y no estamos muy conformes. Después de ver toda la gente que trabaja es como choto y pensamos ¿qué pasa si yo a esa guita la doy? Pero es pelear contra los que están atrás tuyo. Sos un boludo, hacés quedar mal a todos».

***

Una noche Pablo soñó que un montón de brazos querían agarrarlo y despertó todo enroscado mordiéndose la mano. Le contó el sueño a Santiago y cuando surgió lo de Tecnópolis se les vino a la cabeza la idea de un montón de zapatos entrelazados simulando la labor, los esfuerzos en pos de la producción masiva. Su amigo Rubén Stremiz les hizo el 3D y con Producción récord de zapatos ganaron el segundo premio en la Feria de Ciencia, Arte y Tecnología y un lugar en el proyecto Industria Argentina. Pablo sueña más absurdo y Santiago dice que lo suyo es más real. 
Si volvieran a nacer reconocen que querrían ser lo que son ahora: ilustradores, diseñadores, creativos. Dos amigos que no trabajan como un estudio porque para ellos representaría lo que no quieren ser ahora. «En esto, que no me sale el nombre, trato de hacer lo que no haría afuera», explica Pablo. «Un estudio es: tengo la idea, busco gente, hago el diseño o la animación, tengo siete empleados, los cago a pedos, tengo deudas y empiezan a repetirse las fórmulas. No queremos perder la lúdica y meternos en ese sistema donde perseguís la guita o la tendencia». 
Este año fueron elegidos por el Centro Metropolitano de Diseño para representar a Buenos Aires en la Cumbre de Ciudades Creativas de la UNESCO que se realizó en mayo en Montreal. Nunca antes habían ganado un premio, ni habían estado primeros, ni habían participado en nada y de pronto recibieron 1.126 votos del público en Facebook, luego de que el CMD los presentara en una lista de diez candidatos.«Nuestra conclusión en Canadá fue que nosotros partimos de la necesidad hasta la idea y ellos parten de la idea para arriba, no tienen impedimentos materiales», cuenta Pablo. «Veíamos a los coreanos que hacían unas cosas impresionantes con metal y con vidrio y, claro, tienen otra base de guita. Nosotros tenemos el plástico y es: che, ¿qué podemos hacer con esto? Ni mejor ni peor, son dos caminos diferentes».

¿Qué les pasa cuando van a los seminarios y congresos?
P: — Cuando estás tanto tiempo del otro lado de la maqueta, exponerte te da vértigo de quedar como un banana o como un boludo y no hay un punto medio... o si hay: el banana boludo. Este año cuando fuimos al Pixelations en Córdoba, llevamos nuestras propias preguntas, atajándonos al riesgo de que nadie levantara la mano. Llevamos una maraca, un pollo de goma, unos paragüitas para el trago y el que preguntaba se ganaba algo. Incluso subió una mina y me dio un beso.

Pablo y Santiago flashean con las sendas peatonales derretidas en Pueyrredón y Las Heras, con un pajarito amarillo que parece una pelotita de tenis con pico y sospechan que los edificios de enfrente los espían por la ventana con sus enormes ojos. A veces fantasean con alejarse de la ciudad y llevar una vida más low fi, pero no conciben el mundo de otra manera que no sea caminando por el barrio, saludando al vecino y soportando el chiflido del bondi. Hace ya un siglo que Buenos Aires le ganó terreno al río para llenar su cauce de pavimento y construcciones, hoy los Ganz Toll lo saludan desde su octavo piso, esquivando la mirada curiosa de los edificios. 






Publicado en Dadá Mini #20- «Yerba mala nunca muere» - 2012

Entrevista a Alejandro Ros

Ros es el diseñador gráfico de la tapa de muchos discos que nos compramos en los últimos 15 años. De Soda Stereo a Divididos, de Babasónicos a Damas Gratis, de Spinetta a Leo García, de Fito Páez a Juana Molina: Ros tiene la capacidad para capturar la esencia de lo que se escucha, estampar su sello en el diseño y, al mismo tiempo, volverse invisible.  


Alejandro Ros fantaseaba con hacer tapas de discos desde su adolescencia en Tucumán. Sus primeros trabajos fueron para el estudio de Sergio Pérez Fernández hasta que en 1988 se largó solo. En esa época conoció a Daniel Melero en un recital de La Mona Jiménez y fue él quien lo puso en línea con Soda Stereo y toda la fauna de músicos de lo que luego sería el nuevo rock de los ‘90.
Ros es consciente de que la tapa es un argumento de venta y de que es más fácil promocionar o vender algo cuando contiene una imagen. 
Además de hurgar en la subjetividad de muchos músicos y sacarles lo mejor de sus entrañas para el arte de sus discos, Ros diseña las tapas de los suplementos Soy, Radar y Las 12 del diario Página 12, para los cuales utiliza el mismo método minimalista para comunicar: tipografías comunes y fotografías casi sin retocar salpicadas de altas dosis de ironía, erotismo y humor. A través de todos estos componentes, no sólo logra transmitir la trama compleja de un artículo, un disco, un artista y un contexto, sino que también sacude algunas pelucas.

Las ideas para las portadas son producto del diálogo, de la relación con el artista, por eso Ros puede trabajar tanto para Miranda como para Juana Molina, a pesar de que sus estéticas no tengan nada que ver. «Los artistas son artistas porque tienen un ego gigante, pero son inteligentes y saben cómo disolverlo para poder trabajar», explica. «Yo decido, por ejemplo, no ponerlo en la tapa y el artista está de acuerdo. O, a veces, ellos mismos no quieren aparecer en la tapa. Spinetta nunca quiso».
En Privé aparece en la tapa.
- Y en Peluson of Milk, ninguno más.
¿Cuánto hay de empatía a la hora de decidir con quiénes trabajar?
- Algo de onda tengo que tener, si no, no sale.
¿Te pasó que no saliera?
- Sí.
¿Por qué no te gustaba lo que hacía?
- O porque no tenía onda con el otro, con un cliente, con un músico. No es una fórmula, porque no es diseño corporativo o señalética, que tiene un programa de diseño. El resultado de esto es más inesperado, depende de muchas cosas.
¿Cuál fue el trabajo que más disfrutaste?
- Me divierto más haciendo las tapas de Juana Molina porque las hacemos entre los dos, solos, en su casa. Yo hago las fotos y es como un juego sin tanta gente involucrada en el medio. Me divierte más el trabajo de a dos. Con Spinetta también estábamos los dos solos, o a veces con el fotógrafo, Dylan Martí. 
Babasónicos es un equipo numeroso, sin embargo, en “Miami” llegaron a una síntesis perfecta.
- Sí, fue como un chispazo. Ellos no querían hacer esa tapa, no les gustaba.
¿Estéticamente o la idea?
- Lindo no es, es feo de ver estéticamente, pero igual es muy potente y muy hijo de puta.
¿Buscás imprimirle un poco de hijoputez al diseño?
- Sí, no es una decoración.

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Sos de Tucumán y te viniste directo a estudiar a Buenos Aires, ¿llegaste a conocer algo de diseño gráfico de Córdoba?
- Hay uno que hace, no sé si todavía sigue, las gráficas del Centro Cultural de España.
Sí, Octavio Martino.
- Ese estaba bueno, ¿sigue trabajando ahí?
Maqueta la revista Ciudad X.
- Él me gustaba.
¿Y algo nuevo que hayas descubierto en este último tiempo?
- Escuché una chica de Chaco que me encantó.
¿Cómo se llama?
- Sobrenadar.

Ros es curioso e investiga todo lo que pasa para seleccionar aquellas cosas que le gustan. A los 48 años dice ser grande para lo trendy y que le interesa conocer la moda justamente para no seguirla. Es muy crítico y lo suficientemente irónico hasta el punto de incomodar: cuando quiere bardear, te acusa de no ser creativo. 
«En mis diseños no quiero que haya ninguna cosita en el medio de la información», explica. «Tiene que llegar lo más pura posible y si le ponés montones de cosas alrededor, la información no llega. Por lo general, los chicos cuando recién empiezan -yo también hacía lo mismo- están buscando el camino, entonces prueban cosas y después resulta que no, no se entiende, son muy barrocas, no comunican».
A diferencia de muchos diseñadores que se exponen a las luces de la computadora por una sucesión infinita de horas, Ros puede hacer su trabajo prácticamente sin tocar el mouse. Quark, Illustrator y algo de Photoshop son algunos de los programas básicos que usa para armar sus diseños y además se anima a lo artesanal. «Lo hago como una herramienta más. El dibujo es funcional a la idea, es secundario. Si es fácil, lineal y esquemático me animo a hacerlo, pero si es un poco más sofisticado ya no», aclara.
Contra el hedonismo del artista que hace lo que le dicta su capricho, Ros advierte: «Siempre tenés que pensar que ese diseño lo tiene que ver otra persona, no tenés que hacer lo que a vos te guste sin pensar en el músico, ni el público». 

¿Te planteaste ir para el lado del arte, haciendo cosas que te gusten a vos?
- Sí, estoy haciendo cosas para arte. Ahora estoy con una instalación para arteBA con Roberto Jacoby, se llama “Subasta”, que es la Galería De’ll Pete. El año pasado la hicimos underground, tomamos un espacio, y este año nos llamaron para hacerla bien, más pro.

La Galeria De’ll Pete nació en 2011 como un chiste y un grano en el culo en la armonía de arteBA. En la última edición de la conocida feria de arte contemporáneo, ocupó legalmente el stand i86 y se instaló en un pasillo angosto y absolutamente a oscuras donde, una vez dentro y caminando sobre un piso mullido, podía escucharse la reproducción de gemidos placenteros y la voz de un rematador de fondo. La primera vez daba un poco de miedo, después uno quería volver a entrar. Al correr la cortina, podía intuirse que había algunos cuadros colgados adentro, pero no se veía nada, sólo se escuchaban los jadeos, el contagio de risas nerviosas y se respiraba un fuerte olor a porro. 
La subasta, anunciada con una “base única $4.500” y “puja decreciente”, se llevó a cabo el domingo 20 de mayo. Los presentes fueron testigos del remate de obras de Conchetinas, Santiago Villanueva, Mariela Scafati, entre otros artistas. La infiltración de la parodia de Ros y Jacoby se animó a usar los mecanismos propios del sistema de mercantilización para plantear, en un contexto paradigmático, qué es el arte y quién le pone precio a las obras. 

Hay mucho erotismo en tu obra… la tapa de “Jessico” de Babasónicos me recuerda a una de las fotos de Alejandro Kuropatwa con un cactus solitario.
- Ah sí, medio “es tu pija”.
¿Lo conociste a Kuropatwa?
- Sí.
¿Trabajaste con él?
- Sí.
Cuando hiciste el cactus de “Jessico”, ¿pensaste en él?
- No, cuando hice Jessico no conocía esa obra.
Lo del erotismo, ¿es una cuestión pensada o en un resultado mágico posterior?
- Las dos cosas.
¿Por qué?
- ¿Por qué qué?
¿Por qué le imprimís cierto erotismo?
- El misterio y el erotismo son atractivos, y yo tengo que hacer cosas que sean atractivas, me gusta jugar con eso.
La morcilla en “Vengo del placard” de Divididos, las tetas en “Leche” de Illya Kuriaky…
- “Baldíos Lunares”, el disco de Juanse,  ¿lo viste?
Sí, el del culo con el lunar. Un erotismo sutil.
- Sí, lo otro es pornografía, no es erotismo.
Medio naïf.
- Infantil, puede ser.
Como de siestas de verano.

A Alejandro Ros le aburre que lo entrevisten y prefiere hablar de otra cosa que no sea su trabajo. Tampoco le gusta que le saquen fotos porque no es una estrella de rock y no quiere que su cara sea conocida. Spinetta en su último disco quiso poner en tapa una foto suya en la que se lo veía chiquito al fondo, pero aún así no se dejó convencer. Ros fue el creador del mapa de Argentina dado vuelta en “Miami” de Babasónicos, diseñó las portadas más emblemáticas de los suplementos Las 12, Soy y Radar; se ocupó de las tapas de los libros de Maitena, Roberto Jacoby, Juan José Cambre; el arte de Malba, ramona, Mondongo... y sin embargo, sostiene que no tiene nada para decir.

¿Qué es lo que te aburre de las entrevistas?
- Me aburre que me pregunten cómo se me ocurren las ideas, es un plomo... ¡siempre me preguntan lo mismo! ¡Preguntame cosas más creativas!
¿Cómo te llevás con tu hijo?
- Depende del día. Tiene un carácter fuertísimo, cuando sea grande creo que le va a servir.  ¿Quién te contó que tengo un hijo?
Vos me dijiste en un mail, cuando el lunes feriado me suspendiste la entrevista.
- Ah, ese día lo llevé al zoológico.
¿Cómo se llama?
- Furio.
¿Vive con vos?
- No, vive con sus dos mamis.
¿Tener un hijo era algo que te imaginabas en un futuro?
- Yo soy gay, no me imaginaba que iba a tener un hijo. No es fácil, hasta que encontrás con quien tenerlo y todo eso.

Las dos “mamis” de Furio son Marta Dillon y Albertina Carri, y Ros fue el semental del triángulo. «No teníamos ganas de comprar semen, nos parecía que estaba bueno poder decirle es esta persona», comentó Dillon a Lucas Gutiérrez en una entrevista para el sitio Sentido G. «Quien dio la semillita es Alejandro, un amigo. Él se fue involucrando con su rol de papá pero con sus limitaciones. Las decisiones de crianza, y eso siempre estuvo muy claro, son de Albertina y mías». 
Dillon es periodista y conoció a Ros siendo editora del suplemento Las 12. Albertina Carri es directora de cine y se cruzó por primera vez con el diseñador cuando la entrevistaron en el suplemento Radar por el estreno de “Los Rubios” (2003). Ros estaba a cargo de la tapa y quiso ilustrarla con los playmobils de los separadores de la película, asi que fue hasta lo de Carri para hacer las fotos. Unos años después, vistiendo túnica y orejas de conejita Playboy, él fue quien las declaró “mujer y mujer” en una ceremonia post Registro Civil. En noviembre de 2008 nació Furio y los cuatro empezaron a ser una verdadera familia.

Ros me apura, en cualquier momento viene su primera novia de Tucumán, que no la ve hace como diez años, y me reta porque juego con las migas de las galletas: «Es un asco lo que estás haciendo, ¿por qué no te las jalás? Poné eso en la entrevista».
Ay dale, ponemos: “Ros me sugirió aspirar migas”.
- Ahora cuando terminemos te voy a dar un trapo con Cif y limpiás toda la mesa.
Me encanta limpiar.
- Ah, es buena, ¿y te gusta hacerlo, por ejemplo, en bolas? ¿Me limpiarías la casa desnuda?
Ahora no, va a entrar tu primera novia y no va a entender nada.
- ¡Buenísimo! ¡“Mi amor, me curé, no soy más gay”!
Y lo filmamos.
- ¡Obvio! ¡Hacemos un clip! 

Ros hizo algunos videoclips para Cerati, Melero, Divina Gloria, Liliana Herrero -entre otros- , pero no quedó conforme con la experiencia. «Me gustaba la idea, pero no me salían», aclara. «El videoclip necesita mucha gente alrededor y me aburre hacer tanta producción. Ahora se puede hacer con menos elementos, con las camaritas podés hacer cosas más fáciles». 
Buceando en Youtube puede verse una de sus creaciones: el ochentoso videoclip de “Abon”, tema del disco Bistró Málaga (1994) de Estupendo, la banda de electrónica experimental del dúo conformado por Fernando Lamas y Sebastián Mondragon. «Al de Estupendo lo filmé yo con una cámara que me prestaron», cuenta Ros. «En esa época no había retro ochenta, fuimos los primeros en hacer esa deformidad. Nos echaron del aeropuerto, imaginate un tipo vestido de azafata entrando a Aeroparque, ¡un delirio!».
¿Es el único videoclip tuyo que te gusta?
- Sí, ese fue el único videoclip bueno que hice, pero no había ninguna expresión de la industria, lo hicimos porque quisimos. Cuando vos hacés un clip supuestamente es para vender, para promocionar, entonces también hay presiones. No entré en ese mundo.
¿Cuál es tu cuenta pendiente?
- Me gustaría hacer más fotografía, saber un poco más.

En las entrevistas, Ros suele dar respuestas diferentes a las mismas preguntas, a veces contradictorias. Cuando quisieron saber qué tapa le gustaría hacer, unas veces contestó Madonna, otras Pet Shop Boys o Kylie. «Todas esas», responde.
¿Alguna te produce más ilusión que otra?
- Esas.
¿Pero tenés alguna idea picando?
- No, ¡cómo voy a tener la idea picando! Tengo que saber cómo se llama el disco, escucharlo, no es cuestión de tener una idea loca . Quiero hacer un disco que no exista, sino es un ejercicio de la facultad.
¿Tapas ajenas que te gusten?
- Sí, un montón. Esa (señala Artaud de Pescado Rabioso).
¿Y más contemporáneas?
- Me gustó una de Gabo Ferro, toda tipográfica: fondo blanco, letras negras. Es un texto sobre el capitalismo y el consumo.

***


¿Cómo le dicen al pururú en Tucumán?
- Le dicen pochoclo, pero hay otra cosa que la llaman tutuca.
Pero eso es otra cosa. 
- No hay acá.
Sí hay.
- ¿Hay tutucas?
Venden unas bolsitas chicas en algunos kioscos.
- ¿Por qué no trajiste tutucas?
No se me ocurrió.
- ¡Qué poco creativa!


Foto Catalina Bartolomé - Montaje Diego Beyró
Publicado en Dadá Mini #19- «El que calla otorga» - 2012